True Detective (2014): Anticristo (IV)

True Detective (2014): Anticristo (IV)

horrendum est incidere in manus Dei viventis

Hb 10,31 Vulgata

Nada aparente es hermoso.

Ignacio Mártir, Ad. Rom. 3.3


1.- Amarillo profundo.

La marca distintiva del gnosticismo (antiguo, medieval y moderno) es su fascinación por la apariencia. En dicha herejía múltiple no existe un cuerpo sólido de doctrinas, son un conjunto de errores heredados por la confusión de elementos de diferentes idiosincrasias. Es una hidra de muchas cabezas que para enfrentarla, tuvo que llevarse a cabo un ejercicio homilético y doctrinal desde los tiempos apostólicos. En este momento nos encargaremos de una de sus primeras formas, a la que tuvo que enfrentarse el apóstol amado de Jesús, Juan el Evangelista, y revelador de Cristo. Juan no sólo escribió su particular testimonio de la vida y obra del Mesías -así como también el Apocalipsis-; es también el autor de tres cartas. El revelador fue uno de los primeros defensores apologetas que advierte de manera directa acerca de unos falsos maestros, que ya en aquellos tempranos años, trataron de apropiarse del mensaje de Jesús. Ese proto-gnosticimo es el anuncio de un grupo –entre muchos otros- identificado posteriormente como los docetas. La pseudo doctrina central de los docetas era negar la encarnación de Cristo. Dókesis (δόκησις) –la palabra de donde deriva doceta- significa fantasma, ilusión y/o aparición; esto  es que para los sectarios, el Logos no había nacido de la carne y era en consecuencia una aparición, un phantasma. Como bien lo dijimos, Juan es el autor de tres breves, pero sustanciosas cartas, en la que articula una defensa doctrinal de la verdad del Logos encarnado frente a pseudo-profetas que negaban confesar la encarnación de Cristo. Es justamente en dos de esas tres epístolas donde se menciona a un personaje que es crucial en la historia de la Iglesia y en el conjunto de libros que componen la Biblia. El sustantivo es usado por Juan en cuatro ocasiones de manera directa: tres veces en la primera epístola y una vez en la segunda; mientras que en la tercera epístola es sugerido. El término es  ἀντίχριστος, que significa opuesto a Cristo o negación de Cristo. En resumidas cuentas, para Juan el anticristo es el que niega al Hijo y su encarnación. Para el Apóstol estos anticristos son prefiguración del anticristo que ha de venir. De dichos textos se han sacado una serie de conclusiones y una es esencial: estos seductores y negadores de la carne de Cristo son la sombra del anticristo singular que ha de venir, operados desde las tinieblas por Satanás. Otra, quien niegue la encarnación no puede ser salvo.

Los gnósticos fueron un dolor de pie para la cristianad antigua, que tuvo que resistir a esos soñadores[1].En muchos de las cartas apostólicas se sugiere que Pedro, Judas y Pablo, también los reprobaron:

ω τιμοθεε την παραθηκην φυλαξον εκτρεπομενος τας βεβηλους κενοφωνιας και αντιθεσεις της ψευδωνυμου γνωσεως [ΠΡΟΣ ΤΙΜΟΘΕΟΝ Α΄ 6,20. 1881 Westcott-Hort New Testament]

Timoteo, cuida bien lo que Dios te ha confiado. Evita las discusiones mundanas y necias con los que se oponen a ti, con su así llamado «conocimiento».

 

Aquellos cultivadores del conocimiento (gnosis), creían poseer una ciencia especial que les permitía acceder a las verdades del Evangelio a través de una sabiduría salvífica exclusiva. Al no atenerse a una sola doctrina explotaron en diversas sectas. Para ellos era imposible comprender que un Ser divino se invistiese de una corrupta carne. Surgieron de entre muchas, dos ideas principales en esa mixtificación cristológica:

1.     La materia es corrupta, luego entonces Jesús-Dios no nació de la carne, sino que fue “poseído” por el Cristo.

2.     La materia es corrupta, por lo tanto Jesús no era Hijo de Dios, sino sólo de José.

Es imposible abarcar el entramado complejo de pseudo-doctrinas gnósticas en este espacio, pero sí afirmaremos que para los docetas Jesús no era corpóreo ni material. En esa particular herejía Jesús básicamente era un espectro:

Respondeant mihi haeretici, qui nativitatem illius ut phantasma eludunt, quare Christus filius hominis appellatur? Ego affirmo filium hominis eum fuisse. [Orígenes, Hom. 1 in Ez. 4.]

Que me respondan los herejes, que niegan su nacimiento como fantasma, ¿por qué a Cristo se le llama hijo del hombre? Afirmo que era hijo del hombre.

 

La controversia en este punto es la carnalidad de Jesús, para unos: es una carne aparente de forma superior (phantasma carnis, imago carnis) o una carne poseída por el Cristo divinidad. Para los docetas Cristo es real en cuanto fantasma, lo cual revela profundos dualismos aristotélicos y platónicos (μορφη-ὕλη, φάντασμα-ἀληθινόν). El trasfondo de la gnosis es justamente la filosofía griega y las religiones místicas orientales, a las que se tuvo que enfrentar el cristianismo en su génesis. Justamente los símbolos doctrinales surgieron como custodios de la verdad frente a las herejías, como lo confirma uno, escrito por Cirilo de Jerusalén:

9. Cree también que el unigénito Hijo de Dios descendió del cielo a la tierra por causa de nuestros pecados, asumiendo nuestra humanidad, sujeta a las mismas debilidades a las que nosotros estamos sometidos; que nació de una santa Virgen, y por obra del Espíritu Santo. Esta humanidad la asumió, no según una apariencia o mediante algún tipo de ficción, sino de modo verdadero. Ni a través de una virgen, como arrastrado a lo largo de un canal, sino habiéndose encarnado verdaderamente desde ella (y verdaderamente alimentado de ella con leche), comiendo y bebiendo además verdaderamente como nosotros. Porque si la asunción de la naturaleza humana fue un fantasma (y un engaño visual), también la salvación habría sido un engaño. (Doble era Cristo: hombre en lo que podía verse, y Dios en lo que quedaba oculto) 15. En cuanto hombre, comía verdaderamente como nosotros, pues experimentaba estados corporales semejantes a los nuestros; pero, en cuanto Dios, alimentaba con cinco panes a cinco mil hombres (Mt 14,17-21). En cuanto hombre, murió verdaderamente, pero en cuanto Dios llamó a la vida a un muerto ya de cuatro días (Jn 11,39-44). Como Dios, caminó también tranquilamente sobre las aguas” [Cirilo, Catech. IV 9].

 

Para Juan y en consonancia los posteriores eclesiásticos padres de la Iglesia, los sectarios están oponiendo por medio de la mal llamada gnosis un Cristo aparente, que sólo nació, comió, sufrió y murió en apariencia. En consecuencia, desde las cartas juaninas, lo anticrístico es el misterio del mal ya puesto en marcha. Para lo cual, el apóstol los remite sin más a Satanás. Lo cual es evidente, satanás –palabra de origen semítico- significa el que acusa, el enemigo. O en griego Diábolos, el que divide, calumnia o separa…

La humanidad-carnalidad de Cristo pone en crisis el concepto mismo de lo humano. En línea con los eclesiásticos, en Jesucristo se encuentran perfectamente observadas sus dos naturalezas, humana y divina sin ser un tertium quid, a la manera de Apolinar. Si Jesús es un espectro, a la forma docetista, no pudo haber realmente muerto en la cruz. Vaciando de sentido el sacrificio vicario. Así, la redención cae en la imposibilidad de salvar, no solo la carne, también al cosmos. Ese hiato, se abre también en lo meramente humano, entre el animal y el hombre. Para la antropología cristiana el hombre se encuentra perfectamente distinguido de lo animal, es naturaleza aparte, y por supuesto de lo divino. Justamente los misterios de Eleusis velaban  la conjunción entre lo cerrado y lo abierto, entre naturaleza y divinidad. Perséfona participa de los dos reinos, como brote seminal, entre lo profundo de la tierra como cerradura y la vida como apertura. El rito de Eleusis por medio del Mystérion mantenía abierta-cerrada dicha puerta. Mysterio significa secreto, cerrado, oculto, desconocido y sobre todo  drama-iniciático. El drama era representado frente al iniciado, quien en silencio contemplaba una representación de los padecimientos de Deméter frente a Hades para recuperar a la muchacha Perséfona. En los primeros siglos la audiencia de los apóstoles eran principalmente griegos que frecuentaban, en busca de lo divino, aquellos viejos misterios; presentando uno nuevo: el Misterio de Cristo. Pablo de manera providencial abre el misterio griego hacia la historia. Vuelca el drama, ya no en el silencio místico, lo abre como drama histórico. Al final del misterio griego al iniciado le era entregada una espiga de trigo (¿rama dorada?), mientras en la eucaristía al cristiano que participa plenamente de la comunión con Dios le es dado el pan. Sabemos que el vino era importante en los misterios de Dionysos. La religión mistérica griega era de oposiciones: entre lo animal, lo humano y lo divino; para los griegos dichas oposiciones estaban dentro de lo humano. Como bien apunta Giorgio Agamben:

Los griegos tenían acceso tanto a la animalidad como a la divinidad, pero no a lo humano como esfera autónoma. Cristo nos ha separado tanto del animal como del dios, y nos ha condenado a lo humano” [Agamben, Giorgio. La muchacha indecible, Sexto Piso, p. 51].

 

La liturgia cristiana lleva a plenitud en verdad y amor el drama de la pasión y muerte de Cristo. En la eucaristía se participa de lo divino y se conmemora al Dios encarnado. El rito cristiano hace participes a los hombres de lo visible y lo invisible. A partir de Jesús el misterio se encuentra en plenitud revelado en la historia y la humanidad participa de él. La Cena del Señor es la permanente comunicación y conmemoración del cuerpo y la sangre de Cristo. El dispositivo que introduce Pablo es unificar lo humano y divino de Jesús. No lo nombra como Jesús o el Mesías, sino que lo une definitivamente para siempre como “Jesusmesias”, como Jesucristo. Más no a la manera de ciertos sectarios que comenzaban a separar lo “crístico” y humano de Jesús, gesto gnóstico que observamos hasta el día de hoy cuando ciertos ignorantes hablan de encontrar lo “crístico” en cada uno, o afirman que cristo era un revolucionario o cierto humano con “súper poderes”. Lo que introduce Pablo para resguardar el nombre de Cristo Jesús es referirlo con el sintagma nominal “Jesucristo” y no con el sintagma verbal “Jesús es el mesías”. Constituyendo en nombre propio la cualidad mesiánica-divina del salvador como unidad plena, muy alejado del vaciamiento propuesto por los sectarios. Que al parecer ya estaban en obra desde los tiempos del apóstol. Es decir, si hay un misterio de Cristo presente, también se encuentra en obra el misterio del mal como oposición a Él. A partir de aquí lo que debemos afirmar es que el misterio cristiano no es una actualización de los misterios órficos, dionisios, eleusinos o herméticos de cualquier clase. Tampoco su continuación. En consonancia con el monje benedictino Odo Casel, defensor del movimiento litúrgico de la Iglesia en el siglo XX, es su plenitud… recordemos que los ritos de Eleusis se daban desde las penumbras, fueron la sombra de lo que habría de venir. El apóstol Pablo vio en ellos una oportunidad para hacer comprender la obra redentora de Cristo entre los paganos, a manera de una propedéutica eficaz.

Al respecto existe una amplia discusión, más o menos vigente. Algunos tratan de emparentar la religión mistérica griega con la misa, otros inclusive la remiten a ellos. Existen quienes la tratan de salvaguardar de cualquier vestigio pagano. Justino Mártir ya en el siglo III los condenaba y acusaba como imitación perversa del rito cristiano. Si bien ambos ritos acusan similitudes, también diferencias notables. Autores modernos que han abordado el tema, ya hoy en día no prestan seriedad a las afirmaciones acerca de que los ritos grecorromanos influyeran la doctrina o el rito cristiano. Por demás, una atenta lectura a textos antiguos de diferentes culturas hace observar que, por ejemplo, los ritos de purificación por agua eran comunes en prácticamente todas las civilizaciones. De cualquier forma es un tema que no agotaremos por aquí.

El rito cristiano salvaguarda como operación la carnalidad y el sacrificio de Jesucristo al hacer partícipes a los hombres de tragar y beber la carne y sangre del Redentor. Por otra parte, la gnosis la trata de negar a toda costa. En resumidas cuentas, el gnosticismo antiguo cayó en el olvido derrumbado por sus profundas contradicciones internas.

Marción de Ponto fue un teólogo dualista del siglo II que cultivaba un docetismo gnóstico, fue discípulo del hereje Cerdonio. La propuesta marcionita era la de una oposición entre Cristo y el Dios del Antiguo Testamento, al que tenía como un dios maligno. Consideraba ambos testamentos de forma antitética. Encontraba a la materia como corrupta, por tanto Cristo no vino en sarx, sino sólo en pneuma. Otra de sus afirmaciones era desconocer a María como madre de Jesús. Tertuliano de Cartago escribió contra esas afirmaciones y las de otros herejes como los valentinianos y basilidianos; reafirmando la carnalidad de Jesús. En Tertuliano Jesús es una realidad viva y sólida, en Marción es un fantasma vacío, una mera ilusión.

Esta característica herética encuentra un nuevo canal filosófico de exposición hasta la filosofía del siglo XIX en Friedrich Nietzsche. Entre el marcionismo y nihilismo existe un pendant que convoca lo fantasmático de Jesús, como concepto de lo divino-vacío en la cruz como centro del nihilismo europeo del siglo XIX. Si en Marción lo anticrístico se manifiesta como negación de la carne, en Nietzsche se establece como negación de todo lo significante del sacrificio redentor. Para Nietzsche quien llena ese vacío de la locura es Dionisio el crucificado, el pseudo-cristo de lo aparente, de esa forma se positiva el nihilismo como la operación de la apariencia. En ese sentido, nihilismo es la voluntad de poder de lo falso. La estafa intelectual de lo aparente como momento de la filosofía occidental en la modernidad y más allá. He ahí el gnosticismo filosófico y en esa misma instancia político. Acuñamos en este momento el concepto de la theologia vacui: si la filosofía y la política ahora son conformados a partir de lo aparente; tuvo que estar precedido dicho movimiento por el vaciamiento del propósito de la teología. Desde hace por lo menos cinco siglos la teología deja de ser confesional para convertirse en el circo de las etimologías…

Las doctrinas del eterno retorno de lo mismo, del súper-hombre y la voluntad de poder, conforman la invocación filosófica y fantasmática de la apariencia como fin de toda filosofía, cuya cifra se encuentra en la figura de lo dionisiaco como fantasma. Por lo tanto, no existe secularización de conceptos o “huellas teológicas”, lo que subyace en el proyecto moderno de la filosofía occidental es la de la inversión, subversión y perversión de significados; es la revuelta contra lo trascendente. Esa invocación enigmática-mágica a través de la bestialización de lo humano (de lo que tratará el siguiente capítulo llamado “Teriomorfo”) es el drama del mal puesto en escena por la nadidad misma. Lo que queremos poner en evidencia es la ausencia misma como carácter universal, es el vacío que nos ocupa totalmente de forma paulatina. Ciertos análisis ontoteológicos, más menos actuales, colocan esa nada en cuestión como precisamente Cristo revelado en su carácter fantasmático y terrible. Cifra de la cual el terror espiritual de Nic Pizzolato en True Detective impone como ficción con la puesta en escena del espantajo denominado King of Yellow.

El amarillo es el color de la luz solar -y así como el blanco de Moby Dick que representa la nada- es también de significado polar y convergente. Puede simbolizar no necesariamente lo contrario, sino invocar los puntos extremos en donde se encuentran los opuestos. El amarillo es común en los íconos bizantinos de Jesús por ejemplo, como representación de lo dorado en sus ropas sagradas. Pero también es el color de lo maldito y la muerte. Amarillo viene del latín amarus que significa amargo, remite al tono de la bilis y de la palidez de la enfermedad. Es el color de la traición y del poder. En oriente es símbolo de los emperadores y los dioses, el ocre representado en el arte hasta la saciedad nos remite a los ropajes de los anacoretas hindúes rapados, y a las vestimentas sagradas de los grandes dioses del panteón hindú como Ganesha, Vishnu o Krishna. El amarillo, es un símbolo que nos muestra dos caras de una moneda: lo sagrado y lo terrible, es lo sagrado porque es el color del sol y del oro; pero también de la enfermedad y de la muerte. Por ello representa la tensión constante entre vida y muerte. Es el color de la bondad y la crueldad. Lo fantasmático es el tema central del proyecto gótico, para el escritor Robert William Chambers y consciente de ello; invoca desde sus cuentos el horror fantástico y espectral desde la figura de un soberano sin rostro llamado El Rey de Amarillo. Todos los conceptos de la literatura de Chambers los toma del escritor Ambrose Bierce, cuentista también norteamericano que introduce en el fantástico; nombres como Hastur, Hali, Carcosa y las estrellas negras. El rey de amarillo en sus historias -no sólo es un personaje-, es también un libro maldito que se supone es un drama teatral que una vez leído consume la mente de sus lectores. Remite a una anti-Biblia desacralizada y maldita, nos hace recordar el color de las hojas de los libros sagrados que se tornan amarillentas al ser abandonadas en alguna estantería. En el cuento de Chambers titulado En el pasaje del dragón, su personaje se queda dormido en las bancas de una iglesia pesadillesca en la que es despertado por las espectrales figuras del Rey de Amarillo que le susurra: “Es terrible caer en las manos del Dios vivo”.

Lo crístico se torna terrible en la segunda venida, en esos novísimos días, el Mesías vendrá acompañado o precedido de ciertos jinetes como instrumentos de castigo e ira divina. Sus colores son por demás sugerentes, uno de ellos es pálido como la muerte. Nietzsche -sin ser consciente de ello- es también un profeta de la destrucción, el terror vacui y existencial propio de los últimos días. La literatura de Lovecraft y el más actual Thomas Ligotti remite también a esa nadidad caótica, en esa visión de la existencia desoladora y definitiva Dios nos ha abandonado…

El amarillo invoca lo divino y lo diabólico, la salud y la enfermedad. Nos recuerda la alegría de lo solar, pero también lo amargo, la tristeza de la muerte y la enfermedad. El amarillo significa la miel y la hiel; el amor y el odio; el poder y la ambición. El metal áureo dominaba en el arca de la alianza y en los altares de la iglesia, representaba la vestimenta, nimbo y aura de Jesús. Es el primer color anunciado en el Génesis al hablar de que en el principio se hizo la luz. En la Virgen y los Santos es la tonalidad de la sana doctrina y de la verdad. Blanco y amarillo son los colores del Estado  Vaticano. El amarillo invoca también el azufre del infierno, es el matiz de Hades. También es el color de la falsedad, la hipocresía y la traición. En la tradición iconográfica medieval y renacentista Judas Iscariote portaba túnicas de ese tono. En la liturgia es el color del altísimo.


En la pintura de Giotto El beso de Judas, aparecen ambos colores, en las aureolas de Jesús y sus Santos; pero también en las ropas del traidor. En la pintura El Anticristo de Luca Signorelli, uno de los mejores del Quattrocento, realizó un fresco en la capella di San Brizio, situada en la Cattedrale di Orvietto llamada La predicazione dell´Anticristo. La asombrosa iconografía es digna de estudiarse. Representa el desdoblamiento de la iconografía de Cristo por la apariencia fantasmal y diabólica del anticristo; que como marioneta va guiado por la imagen del demonio mismo. Satán va de color cobrizo y el anticristo va de amarillo con rojo. Dichos tonos son aludidos por Nietzsche, el autor del Anticristo, en otro de sus textos llamado Así hablaba Zaratustra. El anti profeta es alimentado por el águila de bayas amarillas y rojas, en la 3ª parte Del espíritu de la gravedad afirma:

El amarillo intenso y el rojo ardiente: eso es lo que mi gusto quiere, - él mezcla sangre con todos los colores. Mas quien blanquea su casa me delata un alma blanqueada. De momias se enamoran unos, otros, de fantasmas; y ambos son igualmente enemigos de toda carne y de toda sangre

- ¡oh, cómo repugnan ambos a mi gusto! Pues yo amo la sangre.

Y no quiero habitar ni residir allí donde todo el mundo esputa y escupe: éste es mi gusto, - preferiría vivir entre ladrones y perjuros. Nadie lleva oro en la boca”[Nietzsche, Friedrich. Así hablaba Zaratustra, Alianza, p. 275].

           

Para Heidegger en su Nietzsche:

…estos dos colores quiere tener juntos ante su vista el gusto de Zaratustra: el color de la más profunda falsedad, del error, de la apariencia, y el color de la suprema pasión, de la creación más abrasadora.

Al interpretar así los dos colores hay que tener en cuenta que el «error» constituye la esencia de la verdad necesaria para la voluntad de poder y por lo tanto no es valorado de ningún modo en forma negativa. «El amarillo profundo» puede interpretarse también como el oro del «destello de oro de la serpiente vita» (La voluntad de poder, n. 577), o sea «la serpiente de la eternidad» (XII, 426). En esta interpretación «el amarillo profundo» es el color del eterno retorno de lo mismo, «el rojo ardiente» el color de la voluntad de poder. Para la interpretación nombrada en primer lugar, los dos colores muestran la estructura esencial de la voluntad de poder, en la medida en que la verdad como lo que fija y el arte como lo que crea forman las condiciones de posibilidad de la voluntad de poder. En ambos casos, la reunión de los dos colores señala hacia la unidad esencial del ser del ente pensado por Nietzsche” [Heidegger, Martin. Nietzsche. Ariel, p.247].


En Cristo su revelación definitiva será la parusía en el éschaton. El espíritu anticrístico ya en obra, es justamente esa correspondencia terrible entre imagen y apariencia, es convencer que hay donde no hay y que no hay donde hay. En 2 Corintios 4:4 Pablo afirma la manera en que Dios perturba o ciega la percepción de los sin fe, provocando en ellos que no les amanezca o les resplandezca la iluminación del Evangelio, así como el resplandor de su Ungido. El cual es εικων του θεου, la imagen de Dios. 

La discusión entre apariencia y esencia está presente en toda la metafísica occidental. Cristo como ícono la pone en crisis, cuestión que ha provocado disputas en todas las épocas. Deleuze en un apéndice de La lógica del sentido, revisa esas correspondencias en su análisis del dialogo platónico “El sofista”. Opone al ícono y al simulacro-fantasma. En Platón el simulacro-fantasma que subyace en todo fondo debe quedar ahí sin revelar. El espectro –fantasma-simulacro es una pretensión de verdad que no es. En este agudo análisis de Deleuze, el ícono es una imagen dotada de semejanza, mientras que el simulacro es una imagen sin semejanza. La similitud del carácter demoniaco del simulacro es evidente en su permanente falsificación de lo divino. Un aspecto importante es que el simulacro deriva en un devenir ilimitado tratando de salir a flote, cuestión que el dispositivo platónico intenta encadenar. Lo que revela Deleuze en su texto es precisamente el carácter falsario de la impostura, tratando de afirmarse a sí misma en un loco devenir para intentar salir a flote, en una especie de eterno retorno de lo mismo. El eterno retorno seria entonces un dispositivo, una máquina que gira en el vacío intentando girar sobre su propio centro, descentrándose de sí mismo en un continuo dialéctico (Hegel). La inversión del platonismo sería elevar el simulacro, lo fantasmal al estatuto de verdad, de ícono. Sería el triunfo del falso pretendiente y su baile con la novia en una mascarada. Es elevar lo falso como potencia, la más alta potencia de la falsedad. Es la anarquía coronada. Es el rey de amarillo coronado como soberano desde lo invisible, invocando al terror espiritual de True Detective.

En ese baile de máscaras permanente es entendible su emparejamiento con la idea de eterno retorno, cuestión que ya hemos analizado en capítulos anteriores. Nuestra intención hasta aquí es que este escrito sirva como recapitulatio de los anteriores: la Diosa Blanca, el Eterno Retorno, Dionysos y en última instancia el anticristo, como elementos significantes que conforman el vacío de lo que la sociedad moderna se ha atiborrado, en un neo-paganismo vulgar y ahora siempre sin-sentido.

Las agudas observaciones de Deleuze lo llevan hasta Dionysos, culto que va a recoger Nietzsche para confrontar a ese platonismo. Para Deleuze, el eterno retorno de lo mismo es el dispositivo que invoca esa semejanza:

El secreto del eterno retorno consiste en que no expresa de ninguna manera un orden que se oponga al caos y que lo someta. Por el contrario, no es otra cosa que el caos, la potencia de afirmar el caos. Hay un punto en el que Joyce es nietzscheano: cuando muestra que el vicius of recirculation no puede afectar ni hacer girar un «caosmos». El eterno retorno sustituye la coherencia de la representación por otra cosa, su propio caos-errante. Y es que, entre el eterno retorno y el simulacro, hay un vínculo tan profundo que uno no se comprende sino por el otro. Lo que retorna son las series divergentes en tanto que divergentes, es decir, cada una en tanto que desplaza su diferencia con todas las otras, y todas en tanto que involucran su diferencia en el caos sin comienzo ni fin. El círculo del eterno retorno es un círculo siempre excéntrico para un centro siempre descentrado…” [Deleuze, Gilles. Op. Cit.].

 

Deleuze define la modernidad por la potencia del simulacro (ídem).El mal convocado desde el abismo asomándose a la superficie. El ícono velaba la distancia del simulacro manteniéndolo en el fondo –actuando como regula-, el simulacro en una maquinaria de devenir constante lo ha emparejado, convirtiendo el ícono en anti-ícono. Para ahondar en el misterio faltaría penetrar en lo que el apóstol Pablo tiene que decir con respecto a la figura del anticristo en su carácter plenipotenciario de vocación anti-histórica, pero no por ello deja de ser política

En True Detective aparece simbólicamente dicho elemento de forma constante, en la pseudo religión que atrae adeptos justamente con su propaganda de color amarillo. El Rey de Amarillo ha contaminado todo. Sus signos se encuentran en cada rincón donde hurgan esos modernos inquisidores.


2.- Un rey.

La visión de lo anticrístico como triunfo de lo aparente sustituyendo a la verdad, otorga un carácter ontoteológico a esa figura escatológica del simulacro. Ya que ícono y apariencia se corresponderían como original y negativo. La afirmación anterior no excluye la consideración de lo anticrístico como la concentración de un poder anómico en un hombre de carne y hueso. Dicho soberano identificado como el anticristo de Juan es el hombre de iniquidad de las epístolas de Pablo a los Tesalonicenses.

De manera unánime los padres de la Iglesia identificaron al hombre de pecado de la segunda epístola a los Tesalonicenses con el anticristo que ha de venir de las cartas del apóstol Juan y por extensión con la primera bestia del capítulo 13 del libro de Apocalipsis, algunos ven también la abominación desoladora de Mt 24,15. Algunos teologuillos modernos ponen en duda sí son el mismo personaje, pero a juzgar por la aguda exégesis de los padres corresponden al mismo. En términos sencillos existen pues dos marcas de lo anticrístico:

1.- El conglomerado de ideas que conforman una oposición al mensaje y persona de Jesucristo, que se elevan para ocupar su trono. Siendo el anticristo algo que crece de manera parasitaria dentro de la Iglesia -y siendo más radical- inclusive creciendo dentro de la misma imagen del mesías, operando como un negativo.

2.- Un hombre histórico y personal controlado por el diablo que asumirá el papel de un soberano que erigirá un poder en oposición a la Iglesia.

Ambas ideas de lo anticrístico pueden convivir sin más. Sea como fuere, la soberanía de Dios pude permitir el desarrollo de esas posibilidades y más. La llegada de este personaje estaría marcando los últimos tiempos y la gran cantidad de especulaciones de quién sería y de dónde vendría  son tantas como la escatología ficción lo permita. Dicho individuo resultaría en una falsificación de la parusía.

Tanta expectación causa y causó en tiempo pretéritos el asunto, que justamente Pablo escribió las epístolas a los de Tesalónica para calmar las aguas de una congregación que pensaba la parusía de Cristo demasiada cercana. Uno de los temas centrales de ambas cartas es la segunda venida de Jesús. Ante la presión de esa iglesia que creía que dicho día estaba cerca, Pablo en la segunda carta lo clarifica, observando que antes que eso suceda tienen que darse primero algunos acontecimientos. El primero es de la gran apostasía y posteriormente la aparición del inicuo. El orden de dichos acontecimientos es vital para entender el éschaton cristiano. La marca de esa revelación de Jesús al fin de los tiempos significaría un regreso glorioso a la manera de un juez terrible y castigador, que enfrentaría un estado de sin-ley y perdición en un mundo donde reine la maldad. La  apostasía ἀποστασία es un sustantivo que deriva de ἀποστάσιον, que significa divorcio, deserción o alejamiento. Que da a entender una renuncia masiva de practicantes de la fe que se distanciarían de la Iglesia. La otra condición antes de la parusía sería la revelación del hombre de la anomia (ausencia de ley, anarquía), el hijo de la apoleías (disolución, destrucción, muerte). El cual se opondrá y se alzará contra todo lo que se llame Dios o que se adora, tanto que se sentará en el templo de Dios haciéndose pasar por Dios. Aquí Pablo usará motivos de una profecía dictada en el Antiguo Testamento por el profeta Daniel en Dn 11,36-45. En ese oscuro pasaje Daniel menciona que el rey hará su voluntad. Será un soberbio y se encumbrará por encima de cualquier dios. Hablará contra Dios, se levantará contra sus padres y será un despreciador de las mujeres, elevará un culto falso y tendrá tal influencia que repartirá la tierra.

Luego entonces dicho personaje es claramente un hombre que tendrá un poder e influencia política sin precedentes. No dejamos de pensar en los grandes dictadores de la historia. Su lugar es claramente como soberano terrible que tratará de destruir la Iglesia, inclusive sentándose dentro de ella. Ocupando el templo. Esos poderes reales significarían una red de influencia que nos hace pensar dentro del terror espiritual de Nic Pizzolato de la serie True Detective al tremendo dominio de la secta satánica que encabezan los oscuros Tuttle infestando todo espacio de poder desde los puestos políticos hasta las sectas cristianas protestantes. Fungiendo como una sociedad secreta con marcada influencia política.

Regresando al Nuevo Testamento, por tanto aquellas interpretaciones que emparentan a dicho personaje con Nerón Cesar caen por sí solas.

Pablo habla del misterio de la anomia. El drama de la ausencia de ley. Aquí estamos refiriendo a categorías claramente políticas: reino, ley, legislación, principados, poderes, tierra, autoridad y justicia. Dicho personaje será una parodia mesiánica que detentará un poder soberano. Todas las categorías anteriores suman a una doctrina mesiánica del poder que en el siglo XX ha sido muy discutida desde el concepto de la Teología política y desde el agustinismo político.

Divisiones en la Iglesia han existido en todas las épocas, desde la Reforma, la separación entre oriente/occidente y separaciones como la donatista; también en todas las épocas han existido grandes tiranos. Pero la característica particular de ese acontecimiento del fin de los tiempos es una ausencia de ley que todo lo contamina, lugar que encontraría como definición el misterio de la anomia. Es decir, un drama histórico donde la ilegalidad será la regla; cuestión que levantaría desde las sombras a un hombre con un poder sin parangón en la historia. Dicho personaje concentraría tal poder que tendría también una influencia dentro de la falsa religión. Una vez más arribamos al binomio dentro de True detective  Billy Lee Tuttle/Edwin Tuttle, uno controlando el estado por medio de la política y otro con la falsa religión; como máscaras de su culto siniestro posibilitado por la corrupción que anula a la ley. Y cuyo fin último es la operación de los cuerpos. Es justamente el cuerpo el lugar donde se lucha por el espacio político

El personaje en cuestión usará la religión como su máscara, pero el culto será una parodia del culto cristiano. En True Detective la falsa religión ocupa la fe de las personas con pastores o predicadores falsos como aquel Terion o el uso de múltiples escuelas cristianas que usan la religión como mascarada, vaciando de contenido el culto cristiano para convertirlo en una imitación. Justamente San Agustín comentando estos pasajes de la segunda carta a los Tesalonicenses, en el libro XX capítulo XIX, de La Ciudad de Dios observaba al anticristo como casi un prestidigitador que obrará falsos milagros:

Su venida será, como se ha dicho, con todo el poder de Satanás, con señales y prodigios falsos y engañosos para seducir a los perdidos y réprobos; porque entonces estará suelto Satanás, y obrará por medio del Anticristo prodigios admirables, pero falsos. Aquí suelen dudar si se llaman señales y prodigios mentirosos; porque vendrá a engañar a los sentidos humanos con fantasmas y, apariencias, de forma que parezca que hace lo que no hace, o porque aquellos mismos portentos, aunque sean verdaderos, han de ser para atraer a la mentira a los que creyeren que aquéllos no pudieron hacerse si virtud, divina, ignorando la virtud y potestad que tiene el demonio, principalmente cuando le consideran poder que jamás tuvo. Pues, en efecto, no diremos que fueron fantasmas cuando vino fuego del cielo y consumió de un golpe tan dilatada e ilustre familia, con tantos y tan numerosos hatos de ganado, del santo Job, y cuando el torbellino impetuoso, derribando la casa, le mató los hijos; todo lo cual fue, sin embargo, obra de Satanás, a quien dio Dios este poder. A cuál de estas dos causas las llamó señales y prodigios mentirosos, entonces se echará de ver mejor, aunque por cualquiera de ellas que los llame así serán alucinados y engañados con sus señales y prodigios los que merecerán ser seducidos, porque no recibieron, dice, el amor de la verdad para que se salvaran.

 

San Pablo refiere que dicho poderoso no puede levantarse por estar sujeto por algo “que detiene” su aparición. La identidad de eso que detiene la aparición del hombre de la desobediencia es justamente el centro de diversas hipótesis en materia teológica que atraviesan lo político en la historia de occidente.

 

3.- El Reino.

 No se puede entender un rey sin reino. Un rey sin tierra es una contradicción. San Pablo entiende que Jesús es la autoridad y que todo reino en la tierra depende de su total señorío. Si el hombre de la anomia se levantará en el fin de los tiempos es con la conformidad del rey de reyes y señor de señores. El orden-ley que impera en la tierra es en última instancia el gobierno de Dios traducido en lo político. Cuando ese poder quede vaciado de dicha legitimidad es entonces que aparecerá aquél. Por ello no es raro que los padres de la Iglesia identifiquen “aquello” o “lo que detiene” (2 Tesalonicenses 2,6-7) la revelación del anticristo con el Imperio Romano.

6.et nunc quid detineat scitis ut reveletur in suo tempore/Vosotros sabéis qué es lo que ahora le retiene, para que se manifieste en su momento oportuno.

7.nam mysterium jam operatur iniquitatis tantum ut qui tenet nunc donec de medio fiat/Porque el ministerio de la impiedad ya está actuando. Tan sólo con que sea quitado de en medio el que ahora le retiene,

6 και νυν το κατεχον οιδατε εις το αποκαλυφθηναι αυτον εν τω αυτου καιρω

7 το γαρ μυστηριον ηδη ενεργειται της ανομιας μονον ο κατεχων αρτι εως εκ μεσου γενηται

 

La palabra en el griego original, que define con un verbo neutro primero y después en masculino aquello que contiene el poder del anticristo, es el κατεχον. Katechon es el que detiene o aquello que detiene al hombre de la desobediencia. Sería entonces un algo que sujeta, contiene, retrasa la parusía. De manera casi unánime los padres, desde Tertuliano a Agustín, lo identifican con el Imperio Romano. Para algunos intérpretes se refiere al Espíritu Santo y para otros a la Iglesia. Si el hombre de perdición es un soberano lo más obvio es que lo resista un orden imperial. En cada época los restos del katechon se han colocado y repartido en diferentes lugares. El tema del nómos es fundamental y central en la mayoría de las cartas paulinas:

14 οταν γαρ εθνη τα μη νομον εχοντα φυσει τα του νομου ποιωσιν ουτοι νομον μη εχοντες εαυτοις εισιν νομος

15 οιτινες ενδεικνυνται το εργον του νομου γραπτον εν ταις καρδιαις αυτων συμμαρτυρουσης αυτων της συνειδησεως και μεταξυ αλληλων των λογισμων κατηγορουντων η και απολογουμενων

16 εν η ημερα κρινει ο θεος τα κρυπτα των ανθρωπων κατα το ευαγγελιον μου δια χριστου ιησου

Porque cuando los gentiles que no tienen ley, hacen por naturaleza lo que es de la ley, estos, aunque no tengan ley, son ley para sí mismos, mostrando la obra de la ley escrita en sus corazones, dando testimonio su conciencia, y acusándoles o defendiéndoles sus razonamientos, en el día en que Dios juzgará por Jesucristo los secretos de los hombres, conforme a mi evangelio. [Rm 2,14-16 RV 60].

 

Dicho pasaje mal llamado la “ley moral” supone un orden-ley inherente a todo ser humano que le impide ir más allá de sí mismo, para transgredir el orden social. El significado total de aquél pasaje de la 2 de Tesalonicenses se clarifica a la luz de otras palabras de Pablo en la primera carta a Timoteo, donde justamente habla de la gran discessio del fin de los tiempos:

Pero el Espíritu dice claramente que en los postreros tiempos algunos apostatarán de la fe, escuchando a espíritus engañadores y a doctrinas de demonios;  por la hipocresía de mentirosos que, teniendo cauterizada la conciencia, prohibirán casarse, y mandarán abstenerse de alimentos que Dios creó para que con acción de gracias participasen de ellos los creyentes y los que han conocido la verdad. Porque todo lo que Dios creó es bueno, y nada es de desecharse, si se toma con acción de gracias; porque por la palabra de Dios y por la oración es santificado. [1 Tm 2:4]

 

Para algunos modernos pensadores el katechon sigue siendo motivo de múltiples especulaciones, inclusive lo identifican con imperios, países, el Estado-nación moderno o con ciertos regímenes políticos específicos. El término adquiere una ambigüedad originaria siendo motivo de discusión hoy en día en los círculos filosóficos, teológicos e inclusive políticos. Dentro de la esfera legal el concepto fue recuperado para la política por el jurista católico alemán Carl  Schmitt, para el que significa un poder histórico que retiene el fin. Es decir que para la teoría Schmittiana el katechon debe pensarse desde el poder político que en cada etapa asume el papel histórico de retenedor del desorden mundial. Ese poder contenedor no es necesariamente el bueno de la historia, sino simplemente el cumplidor involuntario de una profecía milenaria que se ha secularizado. En particular se puede identificar con aquellos tres, sin mayor problema: Iglesia y poder temporal han asumido esa vocación histórica en diferentes momentos, siendo el Espíritu Santo en todo caso, guía de dicho orden.

 

En conclusión, el katechon puede asumir también ese fuero interno del que habla Pablo que nos empuja a no cauterizar nuestros corazones. Ese orden-ley detiene y retrasa la parusía, pero también podría acelerarla. Un poder político mundial sin freno y con el consenso unánime de todos puede hacer que katechon y anticristo se correspondan pensando que en medio de la paz y seguridad llegue la destrucción. En esa visión, Nerón como cifra del anticristo cumple con esa talla; siendo a la vez figura del anticristo y retardador de la destrucción, erigiendo el restablecimiento del orden por medio de otro poder -que a la postre se le opone- y así sucesivamente.

 

Regresando a True Detective el orden-ley, esta simbólicamente presente en los guardianes de la ley Rust Cohle y Martin Hart. Convirtiéndose en héroes cumpliendo su destino katechontico y frenando el temible poder de ese Leviatán destructivo que simboliza Erroll Childres, posibilitado por un poder sin freno. En la serie, la manifestación total del Rey de Amarillo como espíritu de la disolución tendrá que esperar en un “todavía no” indefinible.

[1] Jds 1,8 


Escribe, Iván González.

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