JAWS (1975): SPIELBERG.

JAWS (1975): SPIELBERG.


Rav Yehuda dice, hay doce horas en un día. 

En las primeras tres horas Dios se sienta y aprende la Torá,  las segundas tres horas él se sienta y juzga el mundo.  Las terceras tres horas Dios alimenta al mundo entero... 

el cuarto periodo de tres horas Dios juega con el Leviatán. 

Talmud, Avodá Zará 3b.

 

El océano es un misterio insondable. Para los griegos el Ώκεανός eran las aguas prístinas, siendo estas las originadoras de todas las cosas; incluidas todas las divinidades. En la Ilíada, Homero pone en palabras de la augusta Hera: “…Océano, progenie de los dioses”[1] y más adelante “… la corriente del río Océano, que es la progenie de todas las cosas”2. Dichas aguas primordiales son el origen y Padre de todas las cosas en el pensamiento mito-poético griego.

En esa concepción mitológica, el Océano o Mar es un ἀρχή;  el principio o fundamento indeterminado. La tierra y todo lo que en ella existe emergieron del océano. Esas aguas eran un río que rodeaba la masa terrestre que se imaginaba como una gran isla flotante llamada la οἰκουμένη (Ecúmene), que significa simplemente “tierra habitada” o “comunidad”.


El océano –dentro del pensamiento mítico- era un estado incondicionado e indiferenciado en el que se abre un hiato, una apertura, una mandíbula abierta a manera de gran abismo que separa la tierra y el cielo (las aguas de arriba y de abajo). Esa quijada abierta es la matriz cósmica de la que emana todo. En la Teogonía de Hesíodo, la cosmogonía surge del Χάος (Jáos o Caos), de donde surgen “el Erebo y la negra Noche”[2]. Ese Jáos es el estado primigenio del Cosmos en cuyo gran bostezo, el cual se abre como abismo o caverna, surgen todas las cosas. Aunque en la filiación “hesiódica”, océano surge posteriormente, en Homero el principio incondicionado es el Gran Mar u Océano. El Jáos o gran vacío, procede del verbo χάω (jáo) que significa “abierto de par en par”, como un cuadro o aliento que enmarca la existencia total. Por lo tanto se le identifica con el aire, pues se asocia en su etimología  con la raíz indoeuropea gheu (bostezo, abierto) que está presente también en la palabra gas. Por ello no es extraño que en los naturalistas milesios, como Tales, el agua sea el principio elemental del mundo (en Anaximandro es el apeirón y en Anaxímenes es el aire). En la filosofía pre-socrática de Tales de Mileto todas las fuerzas están originadas en el agua. El origen teológico de la filosofía griega se hace patente en cómo los filósofos griegos dan continuidad a los principios, en alguna de esas fuerzas abstractas primordiales, que ya pervivían en el mito.

Unos años antes de que Herman Melville publicase Moby Dick, el pintor Joseph Mallord William Turner logró plasmar en óleo lo tormentoso y terrible del océano en cuatro cuadros, que parecieran resumir los sentimientos plasmados en la obra cumbre de la literatura norteamericana. En la novela de Melville, la ballena se configura como una mancha amenazante que como sombra parece surgir de esa noche marítima. En ese ensalmo del romanticismo de la época, la figura de la caza de ballena es la lucha del hombre contra la naturaleza y sus pesadillas. Ese terrible leviatán se presenta como un pertinente símbolo universal del terror a los aspectos ocultos del cosmos.


Leviatán, del hebreo לִוְיָָתָן, significa justamente enrollado o torcido, esa bestia marina domina los océanos (cuya etimología podría significar ogenos, lo que no es creado o también se hace originar del semítico ʕ-w-g "estar torcido", refiriendo a sus caudales). En la cosmogonía ugarítica ese monstruo marino es el Lotan (también significa enrollado) que es la encarnación del Caos. Dicho mitema está presente en la Tiamat babilónica e inclusive en el Cipactli azteca. En la Biblia es el Gran Pez que circunda los mares, el cual Yahvé creó para entretenerse (Salmo 104,26) y que destruirá para servir su carne en el banquete de los justos al fin de los tiempos. El Leviatán puede ser interpretado como el océano mismo, como el Jáos primigenio y en ese sentido, con el abismo-infierno y encarnación del mal. En la interpretación cristiana Leviatán y Satán se corresponden. Siendo así, Leviatán representa el caos primigenio y en la concepción judeo-cristiana también el desorden cósmico. Representa también los poderes terrenales-humanos que se oponen a Dios. Bestia como símbolo del poder de reyes e imperios.

En la literatura occidental dicho monstruo ha sido ejemplificado ya sea como una serpiente marina, una ballena o un tiburón. Ese agente del caos simbolizado en Moby Dick a modo de un cachalote blanco, esta presente como un Gran Pez en la historia de Jonás y como un escualo en Pinocho de Carlo Collodi. Bestia re-actualizada de manera magistral como mitologema en Jaws (Mandíbulas) de Steven Spielberg de 1975. El monstruoso tiburón blanco, es sin más, Satán que en colaboración con la intransigencia de los poderes humanos devora y destruye todo a su paso.  Poderes que se cierran ante la posibilidad metafísica de la realidad de un mal mayor que asolará a una comunidad (ecúmene) pesquera de la isla Amity (o de la amistad). Esa isla opera como micro-cosmos que simboliza al mundo total.


Las primeras víctimas de ese mal radicado en Amity serán mujeres y niños. Como todo buen cine de terror todo iniciará con un juego. Jaws de Spielberg comienza con una fiesta nocturna en la playa. Donde jóvenes beben y cantan en espera de encontrar el pecado, hamartía o error. La primera sangre vendrá de aquella bañista que se desnuda y entra al mar solo para desaparecer en medio de la noche eterna.  El color blanco del tiburón, como símbolo de la muerte y la nada, es el ejempli gratia del nihilismo par excellence. El escualo mantiene el suspense permaneciendo fuera de campo por prácticamente la primera mitad del film. Aparece hasta que la triada de hombres compuesta por un joven Hooper (Richard Dreyfuss), un adulto Marty Brody (Roy Scheider) y un viejo experimentado marino llamado Quint (Robert Shaw), confrontan de manera directa al mal. Esos tres varones a bordo del navío “Orca” (enemigo natural del tiburón) comenzarán a dar caza al terrible Gran Pez. Quint lo hace por dinero –aunque sus impulsos son más profundos-, Hooper en nombre de la ciencia y Brody por la seguridad de los pobladores, incluida su familia.


Quint (ese Ahab moderno) es el experto marino que conoce los secretos del arte de la navegación, por ello de manera simbólica inicia a los otros dos con una prueba. Lo hace por medio de una iniciación sencilla y efectiva a la vez: los aprendices tienen que adiestrarse en nudar una cuerda, les muestra cómo hacer “lazos”. También se observa el simbolismo del maestro y los dos vigilantes, que uniendo las cuerdas y aprendiendo a realizar los nudos quedarán atados en unión, para que no huyan de la prueba definitiva que les espera. Los tres hombres representan en sí mismos las tres virtudes y las tres funciones míticas indoeuropeas: un brujo, un rey y un héroe. Dichas imágenes nos recuerdan aquel párrafo del libro del Eclesiastés 4,12: “Y si alguien puede prevalecer contra el que está solo, dos lo resistirán. Un cordel de tres {hilos} no se rompe fácilmente”. El nudo es símbolo de fuerza que ata el cielo y la tierra. Por ello Brody, que representa la felicidad, sonríe cuando por fin lo logra. Dicho símbolo también está presente cuando cortan la cuerda con el machete antes que el tiburón los arrastre, símbolo del corte del cordón umbilical dando lugar a la vida. El reflejo o simetría de esos tres hombres serán aquellos tres barriles amarillos que actúan como tri-unidad y no permiten al demonio de las profundidades permanecer anónimo (barriles que mantendrán a flote a los sobrevivientes en su regreso a la isla). De la sacralidad de la sangre del pez que Martin arroja para atraer y combatir al tiburón ya no hablamos.


Los tres beberán y cantarán viejas baladas acompañados de las lejanas voces de las ballenas, en el momento que el tiburón comenzará su embate. El endeble navío recibirá uno tras otro los ataques, pero resistirá hasta el último aliento. Quint, representante de la clase obrera, no sobrevivirá y sucumbirá al poder de la bestia feroz (símbolo también del capitalismo). Hooper, el científico (clase alta), encerrado en su jaula no contará con la fuerza necesaria para enfrentar al monstruo. Aquel caos marítimo sucumbirá por la chispa divina de un disparo providencial que lo hará pedazos. Brody montado en el mástil (cruz, madero) lo hace explotar por un principio neumático: le dejará ir antes un tanque de oxígeno en el abismal hocico.


Hooper logrará subsistir por el mismo principio neumático que Brody: un tanque de oxígeno que le otorga minutos valiosos de supervivencia en el fondo marino.

Jaws seguirá siendo el lugar más profundo de nuestras pesadillas donde ese leviatán surge para devorar y destruir lo poco de civilización que nos queda. En el film, ese leviatán cumple también con su cifra política, su contraparte y colaborador “involuntario” en tierra: el alcalde Larry Vaughn, el cual empuja a la ecúmene a bañarse sin importarle el peligro que los acecha. Todo por el ánimo de lucro que lo impulsa. Los héroes a bordo del Orca van a restablecer el orden a partir de la sangre del escualo, símbolo del caos y la maldad. Todas figuras que nos remiten a Odiseo, Arthur Gordon Pym de Nantuckett, Moby Dick y el Leviatán bíblico.

Spielberg no nos volverá a confrontar a lo terrible bestial hasta Jurassic Park (1993). En su filmografía, ese funesto signo del mal lo vemos también en Duel (1971). El tiburón y el camión cisterna con su conductor fantasmal acechan sin más a la humanidad; siendo ambos films algunos puntales del espiral del suspense norteamericano. Que a fin de cuentas el tiburón de Spielberg todos sepamos -que al igual que el camión de Duel- es una gran máquina, nos recuerda que la maquinización es también parte de ese terrible leviatán que todos los días nos devora y nos escupe sin piedad.

N.B. Aunque la palabra jaws (mandíbulas) y jáos (apertura/quijada) parezcan homófonas, no tienen el mismo origen etimológico. Y puesto que hasta el día de hoy la palabra jaws tiene un origen desconocido, nos parece curioso que ambas compartan el mismo fondo significante.


Agradecimiento:

El análisis a dicho film surge de esos mares que son las discusiones en torno a directores, películas y todo el arte en torno al cine, que son las clases impartidas todos los martes por la maestra Melina Cherro. 

En el que un grupo de críticos y grandes observadores del séptimo arte nos reunimos para discurrir a detalle acerca de los elementos constitutivos de la cinematografía de los grandes directores. Si quieres formar parte de la experiencia ponte en contacto por mensaje directo al perfil de Melina Cherro. A quien agradezco por hacerme participe de tan distinguido grupo.

Gracias tambien a Daniel Nuñez por los comentarios puntuales alrededor del análisis de JAWS que por supuesto forman parte del texto y a todo el grupo del que he aprendido bastante, significando sus análisis parte fundamental del escrito ¡Nos leemos pronto!


Escribe, Iván González.


[1] Homero. Ilíada. XIV, 200. 2 Ibid., 244.

[2] Hesiodo. Tegonía. 124. 

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