Teología de la Liberación y Teología de la Prosperidad [de Brasil]. O la sustitución por herejías.

Teología de la Liberación y Teología de la Prosperidad (de Brasil). O la sustitución por herejías.


La Teología de la Liberación es producto, históricamente, del Concilio Vaticano II (indirecto) y sus nuevas propuestas para un catolicismo que estaba en declive de acuerdo a los intereses de la época, y la operación de un par de grupos en Brasil a principios de la década de los 60’s (Juventud Universitaria Cristiana; JUC) influenciados por la cultura católica francesa progresista de Emmanuel Mounier, del padre Lebret, la revista Espirit, y el libro Economía y Humanismo de J. Y. Calvez. De allí surgió, "en nombre del cristianismo", una propuesta radical de transformación social; una división sobre la misión del cristianismo contemporáneo.
La base primera de la Teología de la Liberación fue su opción preferente por los pobres. Se postulaba que los pobres debían ser protagonistas de su propia historia y de su liberación, “de acuerdo con el evangelio”. La pobreza, durante la segunda mitad del siglo XX era un hecho indiscutible en Brasil, y en general en América Latina; existía gran número de pobres, además de creyentes, y fue por ello que la Teología de la Liberación nació y creció poniendo en foco y “reclutando” a estas personas (creyentes) en situaciones marginales. Luis del Valle, jesuita, decía que la T. L.  (de aquí en adelante nos  dirigiremos a la Teología de la Liberación por sus siglas: T . L.) fue un movimiento que “ha hecho un pueblo creyente y oprimido”; el germen de la mezcla de un cristianismo cansino y de un fatal e invasivo marxismo . Era un “radicalismo cristiano”, según Malik Tahar, quien no simpatiza con el movimiento y le ha extendido una amplia y severa crítica.
Lo que conforma teóricamente a la T. L., además de su concentración en los pobres, es una acusación moral y social contra el capitalismo, de acuerdo con Michael Löwy; una lucha de emancipación social contra la idolatría, el consumismo, la riqueza, la farándula y el poder romano. Sin olvidar la lucha contra la pobreza y el “subdesarrollo”, y la propuesta por la instalación de una nueva Iglesia posible, extra-romana. Aunque de gran carácter marxista, la T. L. vino de la tradición antiliberal y anticomunista; básicamente es una ruptura con el sistema.
Algunos de los representantes de este movimiento son Leonardo Boff, Frei Betto, David Lehmann y André Corten.
Leonardo Boff es el más emblemático representante de la T. L. Exfranciscano y actualmente condenando a ostracismo por la Iglesia Católica. En 1971 publicó Cristo liberador, el primer libro sobre teología de la liberación. Boff explica que su libro es una exegesis bíblica. En su capítulo “Cristología desde América Latina”, se nota expreso su deseo de que la Iglesia participe de manera crítica y activa en la liberación sudamericana. Boff ofrece una hermenéutica inspirada por la realidad latinoamericana: antropológica antes que eclesiástica, utópica antes que efectiva, crítica antes que dogmática, social antes que personal, ortopráctica antes que ortodoxa.
De entre las defensas que hace Boff a la T. L. y sus bases marxistas, encontramos la siguiente: Boff, debido a las acusaciones marxistas que se le han hecho, sostiene que, al igual que la Iglesia no se identifica con la inquisición, el marxismo no se identifica con el socialismo “real” (soviético, por ejemplo). Boff ha hecho una fuerte defensa del marxismo, pilar de la T. L. 
En Iglesia, carisma y poder, de 1981, Boff cuestionó la “autoridad romana imperial”. En 1984, y tras un largo coloquio, la Iglesia le dió silencio obsequioso por un año. Diez años después (1994), Boff abandonó la orden franciscana y sus actividades católicas para dedicarse de lleno a la T. L. (su nueva religión). Para 1995 escribió Dignitas terrae, ecología: grito da terra, grito dos pobres, un libro de naturaleza crítica anti capitalista; una suma teológica y ecológica.
La tesis central de Boff es: “liberar a los pobres, a los oprimidos y a los excluidos, las víctimas de la voracidad de la acumulación injustamente distribuida y liberar la tierra, esta gran víctima sacrificada por el pillaje sistemático de sus recursos, que pone en riesgo el equilibrio físico, químico y biológico del planeta como un todo”.
Frei Betto, por otro lado, fue gran parte de su vida animador de los Movimientos Cristianos de Base (CEB). En 1964, impresionado por la pobreza en Brasil durante la dictadura, entró en una red de dominicos simpatizantes de la revolución, lo que le llevó a estar preso 4 años (de 1969 a 1973). En 1986 publicó Cristianismo y marxismo, título que por demás apesta a harejía. 
Sobre la T. L., Lehmann decía que era, en resumen, un fraude; un movimiento en el que no había lideres, ni atraía del todo a los sectores marginales, ni mucho menos rompía con la jerarquía de la Iglesia. En este mismo sentido, Corten, concentrado en la izquierda (en el partido de los trabajadores; PT), decía que “la Iglesia de los pobres” (como él la denominaba) no era un invento de los teólogos de la liberación, y que era una especie de romanticismo espiritual.
Sobre su cuestión en cuanto a movimiento, se reconocen dos tipos: 1) Iglesia en movimiento (propuesto por Levine, Mainwaring, Wild, Hewitt y Birdick). 2) Movimiento de la Iglesia (Smith, Löwy, Muro González). Es cuestión de enfoque, se decía. A nosotros solo nos queda decir que ambas concepciones son inseparables, que son una sola, y que si se quiere hablar de una Iglesia en movimiento como movimiento de la Iglesia, entendiendo que la Iglesia somos nosotros, podríamos hablar largo y tendido, a la vez que útilmente, de cine.
Los principales militantes de este movimiento en Brasil fueron sindicatos, campesinos sin tierras (MST's, datados a partir de 1970), movimientos de mujeres y Comunidades Eclesiásticas de Base. Su base son, explica Malik Tahar, clérigos católicos comprometidos revolucionariamente (aunque al movimiento no lo conforman únicamente creyentes, también se le suman, por su concepto de lucha de clases, personas y grupos de agnósticos o ateos).
LA OTRA CARA 
Malik Tahar ve este movimiento como una “promoción teológica-militante de intelectualismo activista”, como algo popular y, dentro de sus bases antimodernas, progresista. Aquí estamos totalmente de acuerdo con Tahar.
La Congregación para la Doctrina de la fe, en un artículo a manera de tesis, nos dice que la T. L. resulta una desviación ruinosa para la fe y para la vida cristiana. Esta sentencia emitida, desde luego, por la conceptualización marxista de la T. L. La Iglesia, y en general la fe cristiana, si no es que cualquier otra religión en el mundo, es enemiga histórica y conceptual del pensamiento marxista, de sus postulados hacia sus fines. La T. L. es una lectura completamente marxista sobre la Biblia, que se sustenta en un a priori ideológico. A este respecto, Pablo VI se expresó de la siguiente manera: “es ilusorio y peligroso encaminarse en el marxismo ideológico, pues sus medios y su finalidad, la lucha de clases y el socialismo, conducen a un tipo de sociedad totalitaria de concepción atea". Joseph Ratzinger (Benedicto XVI), decía que con la T. L. el evangelio tuvo una interpretación marxista, que disolvía la fe y su lenguaje en el de las ciencias sociales, por lo que ese movimiento debía ser frenado. Podríamos decir entonces que internamente la T. L. es una herejía. ¿Qué es una herejía? Este concepto nada tiene que ver con brujos o brujas, hechizos, gente levitando o rituales satánicos, como se mal entiende hoy día (¿Qué no se mal entiende o tergiversa en nuestros días?, cabría preguntarnos, en especial con términos de relación sagrada). La herejía es, en pocas palabras, la superposición de un dogma sobre los demás; es la interpretación a conveniencia para instaurar una nueva fe. En la T. L. es la de los pobres por encima de todo lo demás que "predican las escrituras". La T. L. se centra en la liberación terrenal, nos dice el artículo de la Congregación, dejando en segundo plano la liberación espiritual, y de esta herejía es que surge la pregunta, o mejor dicho: de esta pregunta es que surge esta herejía: “¿Qué relación hay entre la salvación y el proceso histórico de liberación del hombre?”, pregunta que se realiza Gustavo Gutiérrez. Volviendo al texto de la Congregación, allí se anota que “la liberación (entendida correctamente desde la fe y no desde ideologías) es liberación de la esclavitud del pecado. El pecado deriva de otras situaciones de esclavismo: cultural, económico social y político”. 
No hablamos de una nueva teología, sino de una nueva metodología, se suman a la crítica los judíos latinoamericanos desde su página de internet.



SUSTITUCIÓN POR HEREJÍAS.

Lamia Oualalou, experta francesa en el tema, en entrevista con Eduardo Febbro en el 2018, exponía que Brasil pasó de la T. L. a la “Teología de la prosperidad”, promovida por el evangelismo pentecostal: pastores liberales y millonarios, como  Edir Macedo, obispo y creador de la Iglesia Universal del Reino de Dios. O el “pare de sufrir”, como les conocemos en México. Este evangelismo, nos dice Lamia, es un eje político y moral de la estructura social de Brasil. Es ingeniería social. Estos grupos se hicieron de las zonas pobres, como las favelas, descuidadas por la Iglesia Católica y la izquierda brasileña. La Iglesia Católica y su derivada, la T. L., han ido perdiendo fuerza en el país sudamericano, y el evangelismo ha ido tomando sus lugares. El fenómeno de sustitución comenzó con fuerza a principios de milenio. “le han ganado al Papa”, dice Lamia.
Los evangélicos tienen una imponente red de medios de comunicación en Brasil. Son la segunda televisora más grande del país. En 2010, Marcelo Crivella, personaje ligado a la Iglesia Universal, se convirtió en alcalde de Río, de la mano de una gran campaña de marketing. Gracias a ellos Bolsonaro llegó al poder, sostiene Lamia. En México, por ejemplo, los evangélicos desempeñaron un papel importante en las últimas elecciones en las que Obrador obtuvo la presidencia. Se van expandiendo por América Latina. En Brasil, hasta 2018, contaban con 90 diputados, y en las cárceles contaban con 92% de representaciones. Quizá estos números hayan crecido a la fecha.
La gente en Brasil, comenta Lamia, en comparación con cuando la T. L. tenía su “auge”, no tiene argumentos teológicos para sostener su pertenecía a estas iglesias; son para ellos un medio de recreación en los que pueden cantar, conocer gente, encontrar trabajo, hacer uso de sus guarderías, etcétera. La Teología de la Prosperidad dice que tienes derecho a todo: salud y buena vida material, y que para conseguirlo basta con pedirlo. “El discurso que se escuchaba en los templos consiste en decir que la crisis y la recesión (en general todos los males) se deben a una intervención de Satanás”, nos dice Lamía. La necesidad y urgencia por tener una guía en Brasil es evidente, y no resulta ser una sorpresa que el evangelismo, por su papel de beneficencia inmediata, haya sido tan bien abrazado.
Los evangélicos han ido ganando terreno gracias también a su adaptación a la demanda de la diversidad ideológica contemporánea: hay iglesia de fútbol, para gays, iglesias conservadoras, permisivas, etcétera. “Los evangélicos tienen una visión de marketing sobre la sociedad”, frase con la que define Lamía Oualalou a este grupo tan polémico, y frase a la que nos apegamos.
Sí con la T. L. la situación no era muy favorable para la Iglesia Católica, ahora con los evangélicos pareciera que el partido está perdido, y a la banca de los perdedores se ha venido a unir la T. L. Cuando el Papa Francisco vino a Brasil -dice Lamia- se dio cuenta de que tal vez era demasiado tarde. El problema era mucho más grave. Es crónico.


La Iglesia pareciera ir perdiendo fuerza, mientras el sectarismo (religioso o no) se expande y multiplica, adquiriendo diversas cabezas, como la Hidra de Lerna, todas partes de un mismo cuerpo. Quizá abordaremos aquel cuerpo en otra ocasión.

Escribe, Amisadai Dominguez.

Comentarios

Entradas más populares de este blog

Furiosa (2024): de raptos

True detective (2014): la diosa blanca (I)

JAWS (1975): SPIELBERG.