True Detective (2014): Gnosis (VI).

True Detective (2014): Gnosis (VI).


…últimamente, todos los caminos del protestantismo llevan a Roma.

Erick Peterson

El culto cristiano tiene una relación originaria con la esfera política.

Erick Peterson

Que nos ayude, a los

lectores y al autor, san Agustín, cuya figura emerge en

cada coyuntura espiritual y política de Occidente.

Erick Peterson

1.- Gnosticismo antiguo.

La “Gnosis” es esencialmente una falsa religión. Por ello muchos padres de la Iglesia le anteponían como prefijo la palabra “pseudo”, dándolo a conocer como “pseudo-gnosis”. De lo cual se infiere, los eclesiásticos no descartaban un conocimiento preciso de las cosas, sino que reconocían un falso conocimiento entre esos sectarios. Gnosis es una palabra de origen griego que significa ciencia o conocimiento. Es un sistema de creencias con elementos filosóficos diversos que contaba con muchos grupos y sectas, que contenían un alto grado de especulación y contaban con una serie de conceptos avenidos de muchos otros sistemas: platonismo, cábala judaica, heraclitismo, orfismo, pitagorismo, estoicismo, cristianismo y neo-platonismo; principalmente.

            En dicho conjunto de sectas hay una variedad de grupos y “escuelas” que comenzaron en el siglo I, proliferaron en el II hasta su desaparición en el siglo V; como los valentinianos, los docetistas, marcionitas, cerintonianos, setianos, naasenos, ofitas, barbelianos, simonianos, cainitas, fibionitas, libertinos, bardesianitas, encratitas, basilidianos y varios más. No tenían un cuerpo de doctrinas coherente y único, aparecían y desaparecían escuelas por todo el Imperio. Sus centros de influencia fueron dos, principalmente: Asía occidental donde se registran los más antiguos y lo de Alejandría que tendrían mucha influencia posterior. Su rasgo común en todas es su rechazo a la materia a la que concebían como algo esencialmente perverso y trunco.

            Pudieron ser grupos que crecieron de manera parasitaría en el cristianismo siendo de orientación judaizante, comenzando a surgir desde el siglo I, fueron confrontados por el apóstol Juan y sus discípulos; en el capítulo cuatro llamado Anticristo observamos la condena a dichos grupos pseudo-cristianos. Existe uno de sus antecedentes llamados “nicolaitas” en Apocalipsis 2,6-15 de los que advierte Juan a la iglesia de Éfeso. En los cuales el apóstol amado observa un carácter nocivo, muchos de esos grupos fueron desviaciones del cristianismo primitivo. En su posterior desarrollo se nota como condujeron la figura de Cristo a una genealogía cósmica y mitológica con una alta mixtificación de elementos del Antiguo Testamento. Se llamaron a sí mismos la Gnosis por considerarse una ciencia o conocimiento profundo que permitía integrar el alma al Todo. Por tanto, son dualistas radicales que diferenciaron lo espiritual de lo material. Fueron por ello conocidos también como pneumatikoi (“espirituales”). Dicha ideología introduce una dualidad intra-divina. El Todo se da en función de la generación ad intra y de la emanación ad extra; por lo que los conceptos de creación y procesión no aparecen en sus abundantes terminologías y tecnicismos. La gnosis interpreta la realidad como un transcurso de Generación-Degeneración-Regeneración. Su triada es similar a la neo platónica alejandrina, pero con diferencias notables. En Plotino existen tres hipóstasis: El Todo-Uno-Absoluto, el Intelecto-Nous-Demiurgo y el Alma. El recorrido desde el Uno hasta el Mundo Sensible se da por emanaciones, por lo tanto en el neoplatonismo no se crea el mundo, se le da forma por emanaciones. La triada gnóstica se conforma por el Padre (Ingénito)- (Hijo) Autogenes-Génito (Mundo)  (peratas y setianos), en el Padre existe una dualidad masculina-femenina, siendo el principio femenino la generadora de todo[1]. Este principio femenino entra en contradicción queriendo ser madre sin ser consorte deviniendo en una confrontación entre el Padre-Esposo y la Madre-Sofía, engendrando así a un Dios perverso: Yahvé o Yaldabaot, conocido también como Demiurgo, el arquitecto o artesano que da forma a la materia. Dicho cosmos es una construcción mala y perversa; al fin habría una consumación restituyéndose al Todo. Actualmente se ha podido saber mejor la naturaleza de sus doctrinas y su correspondiente estudio gracias al descubrimiento de varios de sus textos conocidos como los manuscritos de Nag  Hammadi, hallados en Egipto en 1945.

            Las tesis de estos heterodoxos fueron refutadas y confrontadas por los padres apologistas, como Ireneo de Lyon en su Adversus Haereses, formulando potentes doctrinas reafirmando el sumo bien, la buena creación y el carácter salvífico de Cristo. Los gnósticos insistieron en sus pseudo-doctrinas para especular a niveles fantasiosos con la figura de Cristo. Para ellos el cosmos es una cadena en la que Cristo es la unión con Dios. Sus elucubraciones revelan una corriente intelectualista que concibe la gnosis en principio como un conocimiento factible de Dios. Veían al Espíritu Santo como Madre y en su pensamiento se da en función de una generación tríadica cada vez más compleja (Peratas, setianos y naasenos): Ingénito (padre/madre), Autógenes (Cristo) y Génito (mundo espiritual, animal y material).

            Para estos sectarios el primer gnóstico fue Jesús, quien atravesó los cielos para dejar una enseñanza de un camino secreto evocando la Gnosis. En algunos la Ley era de la que emanaba el Todo y en otros la ley era producto maligno del demiurgo. Por lo tanto, en algunas corrientes gnósticas se observa un legalismo (por su raigambre judío) y en otras se denota un anti-nomismo (por su corriente antijudía). Dando lugar a más mixtificaciones extrañas. De la filosofía griega se observa terminología como la simplicidad del absoluto y la tendencia platonizante de las emanaciones-generaciones altamente jerarquizadas que también se encuentran en la triple P neo platónica de Porfirio, Plotino y Proclo. Del lenguaje estoico retoman la ekpyrosis donde al final todo sería consumido por el fuego. Por tanto las triadas gnósticas y neo-platónicas son análogas. Existen rasgos que los diferencian de la ortodoxia: en los gnósticos hay diversidad y separación doctrinal; mientras que en los eclesiásticos se percibe comunión y unidad doctrinal. Marción observaba una antítesis entre el Nuevo y Antiguo Testamentos. Hasta aquí vemos necesario exponer más menos las principales tesis de la gnosis:

1.     El mundo material fue formado por un demiurgo-artesano-arquitecto maléfico, ergo la materia es mala, incluida la humanidad.

2.     Este Demiurgo es el Dios del Antiguo Testamento, conocido también como Yavhé o Yaldabaot.

3.     Cristo bajó a la tierra pero no encarnado, sino en apariencia como un gran maestro gnóstico para enseñar un conocimiento que libera almas de la materia. Cristo preexiste como Autogenes.

4.     En el ser humano se enciende una chispa divina a través del “conocimiento” que eleva el hombre hacia Dios.

5.     El Demiurgo es producto de un desajuste entre Sofía y el Absoluto. La caída de Sofía es la caída del mundo.

6.     Las almas liberadas por la gnosis entrarán en el Pleroma (Plenitud) y después vendría la consumación por fuego del cosmos material.

Plotino conocía parcialmente algunas de las doctrinas gnósticas, las cuales rechaza y en las Eneadas escribe contra ellos:

“Tampoco hay que admitir que este cosmos se haya originado malamente porque haya en él muchas cosas desagradables.” [Plotino, Eneada II, 9,33, 4. ]

            Inclusive intuye que su esquema doctrinal es en parte platónico y en parte avenido de otros lugares que el autor desautoriza:

“Porque, en general, algunas de sus doctrinas están tomadas por ellos de Platón, mientras que otras, cuantas innovan para establecer filosofía propia, éstas es cosa averiguada que están fuera de la verdad.” [ibidem]

A Plotino le desagrada el elitismo gnóstico, infiere de él un “pneumatismo” innecesario. Dicha pneumato-patología se reciente inclusive en posteriores expresiones gnósticas, tanto medievales como modernas. Sigue Plotino: “Porque para ellos ninguna de las cosas de acá es noble (ídem)”. Se observa en ellos un carácter despreciador de la ley humana y las virtudes. Ellos consideran que todo camino por el mundo está determinado por una casta de tres: ya sean pneumáticos, psíquicos o materiales.

Todo gnosticismo es siempre más o menos un amoralismo práctico y teórico. Un amoralismo ambivalente que puede desembocar ya sea en un ascetismo rigorista (encratismo) o un libertinaje. Las había sectas de ambos.[2]

Otra característica que llevó al gnosticismo directo al fracaso fue la forma en que incide en la esfera jurídica. Y en ello se implica un problema político del gnosticismo. Ya que como vimos al negar la virtud inherente al mundo niegan indirectamente y en consecuencia a la ius naturae. Uno de los puntales de la teología patrística por otra parte es el derecho romano, que fue bien usado por los apologistas latinos para refutar el pneumatismo gnóstico. Es bueno recordar que muchos apologistas eran juristas y/o conocedores de la literatura ciceroniana: Tertuliano, Agustín o Ireneo son ejemplo de ello.

Para Ireneo de Lyon el pneumatismo gnóstico es violencia, cayendo en un constante legalismo, dicho pneumatismo desprecia los naturalia praecepta y los sustituye con preceptos meramente positivos; tal y como lo hacen muchas corrientes jurídicas modernas. En Adversus Haereses, Ireneo afirma que la economía de salvación manifiesta como Jesús “Carne de Dios” ha interpretado y llevado a cumplimiento los mandamientos naturales de la  Ley, aboliendo con su venida el carácter meramente cultico y judicial de la misma[3]. No hay amor sin justicia, cuestión que los gnósticos separan en su antítesis entre Antiguo y Nuevo Testamento.

En la gnosis hay una esquizofrenia entre cosmos y salvación; entre justicia cósmica y salvífica; entre obediencia y ley. Los gnósticos son en un sentido anómicos y en otro, legalistas. Lo anterior implica consecuencias jurídico-políticas al introducir una disolución de la civitas romana a través de sus visiones dualistas:

a)     Su ideología es profundamente inmanentista, ya que el cosmos, al ser material no participa por defecto de lo trascendente.

b)     No existe el concepto de creación, su triada es emanentista.

c)     Negadores de la realidad esencial y por tanto de la naturaleza humana, son nominalistas radicales.

d)     La humanidad puede participar de una evolución redentora de algunos llamados espirituales, perfectos, elegidos, iluminados o puros. Es decir, su pseudo-doctrina es puritana y elitista.

e)     Algunas corrientes se entregaron a la disipación al no ver un sentido de vida, dando rienda a sus sentidos para desanclarse de la opresión material; dando lugar a una corriente liberal.

f)      Algunas corrientes se entregaron a prácticas secretas, mágicas, iniciáticas y teúrgicas; por su alto grado de misticismo pneumático.

Por su visión anti-naturalista inciden en una concepción apolítica, haciendo del gobierno y el poder humano algo malo y sin sentido, lo que deriva en un carácter anti-cívico. Por ello también no tendrían éxito en un ámbito romano. A diferencia de otras herejías no influyeron en el sistema de su tiempo, solo en el plano doctrinal religioso. La ortodoxia por su parte se arraigó en el Imperio por su profundo carácter público, su caridad y concordia. Inclusive la ἐκκλησία contiene elementos fundantes de la asamblea política grecorromana más que del kuahal hebreo o la sinagoga judía. El carácter de la civitas romana lo observamos en Cicerón, autor bien conocido por los eclesiásticos:

Populus autem non omnis hominium coetus quoquo modo congregatus, sed coetus multitudinis iuris consenso et utilitatis communione sociatus.” [Ciceron, Republica, I, 25]

[Pueblo no es todo conjunto de hombres congregados de cualquier modo, si no el conjunto de una multitud asociada por un consenso de derecho y por una común utilidad.]

El Pueblo de Dios que se denota en el cristianismo en el lenguaje koiné de la Primer carta petrina es aludir al nuevo Pueblo de Dios con un alto contenido político donde inclusive conmina a los amados hermanos a respetar el gobierno y someterse a las autoridades, de quién más va a ser sino del Imperio Romano. Se lee en la Vulgata en 1 Pt 2:10:

“qui aliquando non populus nunc autem populus Dei qui non consecuti misericordiam nunc autem misericordiam consecuti”

Ustedes antes no eran su pueblo, pero ahora son pueblo de Dios; no habían alcanzado su misericordia, mas ahora les ha sido concedida su misericordia.

             En el griego se lee λαὸς θεοῦ, esa multitud reunida con un propósito religioso pero que también respeta las leyes civiles. El carácter político de la Iglesia se origina en su culto público, cuestión que lo distingue de los sectarios y su culto secretista elitista. El populus Dei también se ve como un populus civil, San Agustín llevará la distinción y comunión de ambos en su proyecto de la Ciudad de Dios. El libro XIX de De civitate Dei contra paganos es la clara exposición política contenida en la obra del Doctor de la Magna Iglesia, en donde hace referencia a la definición ciceroniana de pueblo. Con la cual se encuentra de acuerdo, en la que concluye que Roma no puede llamarse res publica por su falta de honra al Dios verdadero y donde por tanto no puede haber auténtico derecho. El Estado Romano es pueblo en tanto la común utilidad, pero no en cuanto a la justicia. Brindando así una nueva definición de república que contenga al pueblo romano y otros paganos: “Es el conjunto multitudinario de seres racionales asociados en virtud de una participación concorde en unos intereses comunes”[4]. Sólo así Agustín salvaguarda una definición de pueblo-estado que esté acorde con la sentencia bíblica: “Dichoso el pueblo cuyo Dios es el Señor” (Sal 143,15), en ese sentido el único Pueblo verdadero con ambas señas distintivas –común interés y consenso de derecho- es el Pueblo de Dios; mientras tanto en la Ciudad Terrena se vislumbran a justos e injustos conviviendo de manera temporal. En La Ciudad de Dios XIX.24, Agustín explaya los alcances del orden-ley sentando sin proponérselo la base del planteamiento jurídico posterior hasta la escolástica: “Santo Tomás hablará con claridad de la ley eterna, la ley natural, la ley divina y la ley humana (positiva)”[5].En ese sentido Agustín restituye al Pueblo de Dios al auténtico lugar del consenso de derecho e interés común. Es en los Concilios y la autoridad papal “Roma locuta, causa finita” en los que se denota que la Iglesia es una institución de carácter público con capacidad jurídica.

La justicia en el Doctor es verdadera virtud en razón de la verdadera religión. A partir de ese momento todo el proyecto político occidental quedará  indefectiblemente unido en esos dos elementos fundantes, por lo menos hasta el Renacimiento, los Imperios y Reinos trataban a toda costa de construir el camino hacia la Ciudad de Dios. Las tensiones obvias entre poder temporal y poder espiritual en la mal llamada Edad Media generaron posteriormente el resurgimiento de discusiones y disensiones en torno a la política, la filosofía y la teología. Como veremos más adelante la crisis llegó con planteamientos serios surgidos en el seno de la escolástica y la reaparición de expresiones gnósticas entre los siglos XII y XIII como los cátaros, valdenses y espirituales en cuyo seno se gestaron tesis que afectarían a las esferas del pensamiento posterior, resaltamos el ockhamismo y el joaquinismo; pensamientos de William of Ockham y Gioacchino da Fiore…

            Por su naturaleza el gnosticismo niega el orden natural tendiendo a una instrumentalización noética derivando en: un empirismo radical, un nominalismo absoluto, un inmanentismo, logicismo, positivismo; y su última expresión tecnológica: la Inteligencia Artificial-ciberespacio como mundo aparte. La base del derecho romano es la concordia y el consenso, cuestiones ajenas al gnosticismo que afirmaban un desprecio por la vida generando su ya explicado ascetismo y libertinaje. La gnosis presenta serias dificultades al concebir el mundo como sin orden, poniendo en entredicho la existencia del derecho natural, al concebir negativamente la vida y la procreación; destruyendo con ello los cimientos de la sociedad: la familia y los deberes civiles. Se configura así como un movimiento alternativo a la filosofía griega, al derecho romano y al cristianismo ortodoxo. Esas concepciones jerárquicas tríadicas contradicen en sí mismas el orden cósmico y por derivatio en el orden político. El reconocimiento y triunfo político del cristianismo al interior del Imperio posibilitó el desvanecimiento de aquellos sectarios.             La gnosis en esencia es un reino dividido contra sí mismo, que apuesta por la finitud renunciando a la trascendencia.

2.- Pneumo-patologías y Gnosticismo medieval.

El marco de pensamiento para la aparición de todas las herejías a las que enfrentaron los padres de la Iglesia es sin duda el gnosticismo: en dicho movimiento ideológico observamos los elementos fundantes de otras herejías de su tiempo y más adelante. Desviaciones como el maniqueísmo, el adopcionismo, el monarquianismo, el modalismo, el pelagianismo, el arrianismo, el nestorianismo, el novacianismo, el montanismo y muchas otras; presentan elementos que acusan su correlación con los grupos de la gnosis. El ejemplo más obvio es que el gnosticismo es voluntarista y expulsa de su teología la doctrina de la gracia. Formulaciones que Agustín tuvo que enunciar para hacer frente al pelagianismo, por ejemplo. Estas expresiones heréticas desaparecieron alrededor del siglo VI pero se mantuvieron latentes durante toda la escolástica. El despertar de ese letargo se da en pleno siglo XII justo al consolidarse la sociedad en el nuevo orden social feudal. En dicho siglo se presentaron controversias teológicas que afectarían todo el destino posterior en la historia de occidente. La tesis es que el pensamiento religioso afecta de manera honda la esfera de lo político y viceversa. El campo de tensiones entre Iglesia y Estado produjo una serie de movimientos carismáticos con expresiones místicas y espiritualistas, degenerando en sectas  místicas con un alto énfasis en el ascetismo. El surgimiento en ese tiempo de los franciscanos espirituales con sus votos de pobreza radical se convirtió en un fenómeno expansivo atomizado fundamentalmente por las ideas de Gioacchino da Fiore. Las ideas de este monje son las bases de dichos grupos que llegaron a contarse entre los joquinistas, fraticeli, valdenses, dulcineanos y demás espirituales.

            La doctrina del Evangelio Eterno del monje calabrés se dio en el seno de una nueva orden de monjes cistercienses fundada en 1191 llamada la Orden de San Juan de la Flor. El movimiento joaquinista predicaba tres edades en la historia, dos consumadas: la Edad del Padre y la del Hijo; y una por venir: la Edad del Espíritu. Invocando una vez más a una pneumato-patología derivada de una búsqueda incesante del Espíritu Santo que la Iglesia de Occidente había perdido desde el Gran Cisma. Dicho pensamiento oculta una violenta reacción contra la alta jerarquización de la Iglesia de Roma en la que comenzaban a ver una iglesia carnal frente a una renovación del espíritu. Los joaquinistas con su férrea concepción histórica milenarista y escatológica, ponían en su centro al Espíritu; abandonando el cristo-centrismo de la Iglesia de Roma. Ese pneumatismo calará hondo en el pensamiento posterior: trazas de él se dejan ver en Dante, Savonarola, Pico de la Mirandola, Lutero, Hegel, Comte y Marx. Dicha concepción utopista y milenarista es una reverberación de un conflicto teológico que se dio en el 1054 entre las Iglesias Oriente y Occidente.

            El conflicto tuvo como centro de las discusiones la procesión del Espíritu Santo en la economía trinitaria. La Iglesia de Occidente afirmaba su autoridad por medio de la jerarquía del obispo de Roma como Sumo Pontífice, investido como legitimo sucesor de Pedro por mandato de Cristo, quien le entregó las llaves. Doctrina que le permitía reclamar una  autoridad superior, por encima de los patriarcados orientales. Tesis que no era compartida por los patriarcados orientales. Es en ese sentido teológico-político, se establece la afirmación del Hijo como autoridad suprema de la Iglesia; cuya representación es el Obispo de Roma y su vicariato. El fundamento dogmático de la procedencia del Espíritu es por supuesto el Credo Niceno y su afirmación trinitaria, en la que el Espíritu Santo procede no sólo del Padre; sino también del Hijo (clausula filioque). El cisma del 1054, al igual que el arriano y el donatista, tiene como trasfondo un carácter político. Filioque quiere decir “y del Hijo”, dentro de la versión latina occidental del Credo Niceno Constatinopolitano:

Et in Spiritum Sanctum,

Dominum et vivificantem,

qui ex Patre Filioque procedit,

qui cum Patre et Filio

simul adoratur et conglorificatur,

qui locutus est per Prophetas.

 

            Que el Espíritu Santo, proceda también del Hijo, es la vocación política teológica de Occidente en la que se le otorga un cierto énfasis a Cristo como autoridad dentro del Cosmos y la economía trinitaria. Rasgo teológico que comparten prácticamente en sus símbolos, todos los cristianismos occidentales: Iglesia Católica, Iglesia Reformada  en sus vertientes lutero-calvinistas e Iglesia Anglicana. Los enfoques trinitarios fueron enmarcados en la formulación de los símbolos para hacer frente a las corrientes heterodoxas que amenazaban la unidad eclesiástica. En la formulación en su versión griega del Credo Niceno Constantinopolitano no aparece la cláusula, fue un agregado posterior al texto latino. Por su parte, la Iglesia Ortodoxa Oriental en el Concilio de Constantinopla de 879-880 declaró anatema el uso del filioque dentro del credo. Hasta la fecha las Iglesias Orientales consideran la cláusula una herejía y un agregado unilateral de la Iglesia Occidental. El filioque es la afirmación política del Hijo Unigéntito por Occidente, rompiendo así la comunión, no solo con Oriente; sino también con el Espíritu Santo. En ese sentido se entienden los resurgimientos de misticismos y movimientos pneumatistas posteriores al gran cisma, como los ya mencionados.

 

            En ese énfasis del Hijo, Roma y por lo tanto Occidente, configuran la potestad del soberano como cabeza del reino, tanto espiritual como temporal de la Ciudad para el Mundo. Cuestión que no interesaba a las Iglesias Orientales que siempre consideraron irrelevante la jerarquización -que siempre buscaba la Iglesia Occidental- dándole mayor énfasis a la experiencia de fe del creyente inserto dentro de una comunidad que confiesa al mismo Dios Uno y Trino. Por otra parte, la Iglesia de Oriente coloca al Espíritu en coordinación con el Hijo; afirmando así la vocación más mística de las Iglesias griegas. La separación de 1054 ya no tuvo vuelta, Roma a través del filioque reclamaba su supremacía como Iglesia Universal. Oriente desconocería esa primacía iniciando así la contraposición política entre Occidente y Oriente cristianos. La Iglesia romana de occidente encontró su afianzamiento político en los emperadores francos y germanos. Mientras que la Iglesia greco oriental encontró apoyo en el Imperio Bizantino. Posterior a su caída en el 1453 por los otomanos, el ducado de Moscú asumió el papel de Tercera Roma con el zarismo del Imperio Ruso hasta su caída en el siglo XX. La formulación política de “Tercera Roma” es también una afirmación de trasfondo escatológico, que buscaba afianzar a Rusia como la nueva Roma y el último bastión de la cristiandad, dicha idea se resume en el panegírico del monje ruso Filoféi de Pskov (1510):   «Dos Romas han caído. La Tercera se sostiene. Y no habrá una cuarta. ¡Nadie reemplazará tu reino de zar cristiano!». Moscú y sus siete colinas sería vista por sus intereses políticos como la nueva Roma. En el panorama político del siglo XX y XXI la Iglesia Ortodoxa rusa es la segunda con mayor número de seguidores, fue férreamente perseguida por los bolcheviques hasta su posterior tolerancia por parte del régimen totalitario comunista de Stalin. Hasta el día de hoy el reconocimiento de la Iglesia Ortodoxa rusa, por parte de los primeros ministros en la época post soviética, ha permitido su consolidación como la Iglesia Ortodoxa más grande del mundo. La Iglesia Católica Apostólica Ortodoxa y todos sus patriarcados, mantienen hasta el día de hoy su separación de Roma; fundamentados en su rechazo al filioque. Continúan con su oposición del primado de Roma, manteniendo un obispado horizontal. En occidente el primado de Cristo como vocación política se mantiene, aunque secularizado: “Cristo-cabeza” continúa siendo enfatizado como imago del soberano.

           

            Estas concepciones de las relaciones intra-divinas y trinitarias, así como las afirmaciones de los primeros gnósticos; inciden de forma directa en el plano histórico, político y económico; como en otro momento acaeció en el Imperio Romano y posterior a su caída. En los padres de la iglesia occidental se tuvo que confirmar la autoridad del Hijo como encarnación  en la economía divina de la salvación dentro de la historia. Mientras que la teología griega oriental estaba avocada a una experiencia de fe y la espiritualidad de los creyentes. La preeminencia del Espíritu Santo en ese plano otorga un carácter a-histórico a las cuestiones de fe.

           

            En nuestras latitudes las iglesias reformadas de herencia lutero-calvinistas se mantienen también dentro de esa economía histórica, en las que el Hijo es el fundamento, aunque hoy ya se encuentra inmanentizada. Con la caída del muro de Berlín y del bloque soviético, se confirma la vocación pneumática del Oriente cristiano que no asimiló un sistema que es en esencia occidental: el comunismo-socialismo marxista es en ese sentido un humanismo post-cristiano cristo-céntrico, aunque des-divinizado. Ese humanismo económico encarnado en la historia y desarrollado en las estructuras industrializadas, principalmente de los países de la Reforma, se conformó en una matriz monolítica de poder  en armonía simbiótica con el estado moderno de la filosofía ilustrada. Ese nuevo ordo salutis, donde marxismo y capitalismo comparten la misma pista, son modelos típicamente occidentales. El retorno de la Iglesia Ortodoxa a la vida pública en la era post soviética, explica por otra parte otro triunfo de la religiosidad sobre las estructuras monolíticas que la intentan borrar. El último coletazo del gran leviatán-estado, típicamente occidental -totalmente desdivinizado y protestantizado-; hace la guerra económica al último bastión de la civilización cristiana oriental.

 

            Llegamos a un horizonte: la matriz política de occidente se configura a través de huellas teológicas, aunque con la imposibilidad de algo como una Teología del Reino  o Teología Política. Los siguientes temas están en consecución histórica influyendo de forma notable en la teología y política hasta nuestros días: Jesús como encarnación de la economía histórica, la amenaza del inmanentismo gnóstico, la primacía de la teología eclesiástica frente a las expresiones heréticas, el cisma de oriente-occidente, el resurgimiento de pneumo-patologías gnósticas en la edad media, el triunfo de la teología nominalista-ockhamista, el triunfo del humanismo, el surgimiento de la reforma, las revoluciones, la proliferación de las religiones políticas y filosóficas; en donde la humanidad expectante es público y actor -al mismo tiempo- de un drama histórico en el que los teólogos persistimos en analizar teológicamente las circunstancias, a saber si continúan siendo precisamente históricas. Para ahondar en todas esas correspondencias tal vez sea necesario remitirnos en la antigüedad.

 

            El modelo político romano es herencia, sin duda del griego, tanto en su terminología, así como sus instituciones políticas. En la conciencia mito-poética Zeus es la divinidad suprema de quien dependen todos los demás dioses y el mundo mismo. Aristóteles dedica en el Libro XII de la Metafísica todo un capítulo a las entidades. En su visión, la entidad prima es dios como simplicidad de la que penden todo el Universo y la Naturaleza. Lo cual implica que el principio es el Uno. Para el estagirita Dios es una entidad espacial-matemática modal como estructura cósmica (motor inmóvil), lejos de la visión judeo-cristiana en la que Dios es “uno” pero no como entidad modal; sino como afirmación a priori de toda idea y que es más bien confesional: “Creemos en un solo Dios…”. Esa distinción es fundamental para toda la teología cristiana, desde la patrística hasta la escolástica. En ese periodo la doctrina cristiana es un permanente dialogo con Platón y Aristóteles. Aristóteles en contra de la idea de multitud de principios cambiantes establece que las cosas que son, no quieren ser mal gobernadas[6]   recordándonos con una cita de la Ilíada que “No es bueno que gobiernen muchos. Sea uno el que gobierne.”[7] La cita homérica tiene un contenido político fundamental, siendo la monarquía la forma de gobierno necesaria y por ende única:

 

“De ninguna manera seremos reyes todos los aqueos. No es bueno el caudillaje de muchos; sea  uno solo el caudillo, uno solo el rey, a quien ha otorgado el taimado hijo de Crono el cetro y las leyes, para decidir con ellos en el consejo.”  [Homero, Iliada, II 203-206]

            La sacralización del poder (desplegada en las citas anteriores) es el meollo de la controversia entre el teólogo Erick Peterson y el jurista Carl Schmitt. La preocupación de Peterson es la sacralización del poder que parece inferir Schmitt en su proyecto de Teología Política. La cual el jurista alemán despliega en sus dos tesis fundamentales: “Los conceptos políticos son conceptos teológicos secularizados” y “Soberano es el que decide sobre el estado de excepción”. Aquí permanecen latentes los temas fundantes de la teología y de la política occidental: soberanía, ley y voluntad. El texto fundamental de occidente acerca de los peligros de la sacralización del poder, es justamente el libro de Génesis, dentro de los versículos dedicados a la construcción de la Torre de Babel. La denuncia Escritural fundamental desde Génesis hasta Apocalipsis  es justamente la figura del soberano, que pretende elevarse para sentarse en el trono de Dios, como si fuera Dios. Es en dichas correspondencias en las que justamente Peterson observa la distinción política fundamental de nuestro tiempo:

 

“...todo conocimiento y todo pensamiento está ligado a una situación política determinada: o está bajo el poder de Cristo o bajo el Anticristo.” [Peterson Erick, El monoteísmo como problema político, Trotta, P.27.]

 

            Peterson frente a Schmitt niega la posibilidad de una teología política. El dialogo entre ambos es una reverberación que parte de la doctrina política de Agustín en el libro XIX de la Ciudad de Dios, expuesto en el punto anterior. Cabe resaltar que ambos pensadores son agustinianos en su respectiva trinchera filosófica. Agustín expuso –como ya observamos- en De Civitate Dei, XIX, 21, una evaluación de la definición de res publica ciceroniana en términos de una multitud asociada por un consenso de derecho y por una común utilidad. En la cual considera que no cabe el estado romano por no haber dado honra al Dios vivo haciéndolo carente de justicia. En ese sentido, Agustín reducirá la definición ciceroniana en que la posibilidad de estado pagano es solo en el sentido de comunidad de utilidad, más no en el consenso de derecho. El Doctor en Gracia observa que el auténtico estado de derecho contempla la sujeción a Dios, por lo tanto su definición de estado con ausencia de derecho, lo hace de forma remisiva a Roma y cualesquiera estado pagano, con las única posibilidad de verdadera justicia en el marco de su proyecto de Ciudad de Dios,  donde advierte que no pueden existir virtudes verdaderas –incluida la justicia- donde no existe la verdadera religión. Lo que intenta a toda costa es evitar reconocer a Roma en el estatuto de verdadera República. Aunque dicha operación al devenir en des-divinizada desemboca  sin remedio en el real politik, donde sus teóricos están muy dispuestos a la absolutización de la política en una lucha por el poder, expulsando sin dificultad a la economía y la esfera de la justicia. Aquí es importante recalcar que los sucesores de Agustín son por un lado los que admiten que el poder subsiste sin normas, tanto como los que predican que el auténtico estado de justicia es aquel que reconoce en primacía la autoridad divina.

           

            Esos párrafos de La Ciudad de Dios, son en esa medida los que pondrían en crisis, como en ningún lugar de la historia; los grandes totalitarismos del siglo XX. Y desembocarían también en las reflexiones en torno a la política de Peterson y Schmitt. En ambos se subraya un aspecto de esa reflexión agustiniana: Schmitt acentúa la naturaleza conflictiva del hombre y sus regímenes; mientras que en Peterson enfatiza los peligros de la sacralización del poder, por medio de la legitimación teológica. Peterson en su texto fundamental El Monoteísmo como problema político, entrevé la pretensión verdadera del poder gentil en erigirse como poder divino. Por lo menos aquí reconocemos en esa línea a varios césares como auténticas hipostasis del anticristo; al pretender ser divinizados y adorados (exempli gratia Nerón o Calígula). Tanto en Peterson como Schmitt pervive la cuestión agustiniana en torno al estado pagano. Quedando parcialmente resuelta. Aunque la refutación de Peterson es pertinente, no se puede soslayar el hecho de que los conceptos políticos llevados al límite, corresponden en todo momento de la historia de occidente a conceptos teológicos. La cuestión es en qué momento y porqué se han secularizado. Es decir, han sido trasladados de la esfera sagrada a la esfera política.

 

            Para Peterson la imposibilidad de una teología del reino radica en que “la relación compleja entre teología y política nunca podrá ser la de una legitimación política”[8]. El eje básico de la Reichstheologie en el programa del Partido Nacional-Socialista era la de darle continuidad al Sacro Imperio Romano por medio del Tercer Reich. Esa teologización histórica es una derivatio del pneumatismo patólogico (pneumopatologismo) surgido en el seno nominalista de las ordenes franciscanas de la mal llamada Edad Media. En las que hemos visto que las doctrinas milenaristas-apocalípticas de los joaquinistas buscaban desesperadamente al Espíritu Santo (Perdido en el filioque) en la economía histórica. Vislumbrando así una época del Espíritu Santo, que conquistara la plenitud de la libertad, dentro de la economía de la historia misma. Dicha tercer dispensación la observamos ya en el ducado moscovita y su pretensión de la Tercera Roma, en el Tercer Reich, la Fenomenología de Espíritu hegeliana, la terceras comunistas internacionales, los nuevos comienzos calendáricos de la revolución ilustrada francesa, el recomienzo cronológico de Nietzsche en el Ecce Homo, las tres metamorfosis del Zaratustra de Nietzsche, las tres edades de Comte, el novus dux italiano y sus oscuros lazos con la figura de Francisco de Asís. Aquellos franciscanos espirituales y su búsqueda incesante del Espíritu (perdido de una vez por todas en el filioque) desembocaron en pneumatismos que provocaron una variedad de sectas ascéticas que comenzaron a sacudir las estructuras jerarquizadas de la Iglesia Católica de Roma, convocando al mismo tiempo una serie de movimientos gnósticos medievales que fueron colapsando por la agitada situación religiosa y política de la época. El último estertor de esas expresiones espiritualistas radicales de la mal llamada edad media fue el movimiento nominalista del monje William de Ockham, quien llevo al límite dichas evaporizaciones teológico filosóficas, allanando el camino al humanismo y la reforma lutero-calvinista. Ockham, siendo perseguido por sus ideas demolió sin más a la escolástica.

 

            El nominalismo produjo un cambio de paradigma en el pensamiento occidental. Su proyecto teológico está fundado –entre otras cosas- en que la Escritura es la autoridad a la que deben someterse todas las especulaciones teológicas.  El nominalismo subordina la razón a la experiencia, por lo que es la base del empirismo. La autoridad de la tradición de la Iglesia va decayendo frente a la interpretación directa de los textos bíblicos en sus idiomas originales. Es claro que la Iglesia de Roma devino en un abuso de la tradición y radicalizo hacia el fin de la mal llamada edad media su jerarquización. Cuestión clerical que conllevó a un conflicto con diversas órdenes religiosas. Otra de las conclusiones ockhamianas es la discusión en torno a los postulados tomistas con respecto a la trascendencia de Dios, su potencia absoluta y su potencia ordenada. Ockham concluye que Dios es completamente trascedente, por no necesitar de su creación para subsistir, llevándolo a un plano completamente trascendente a nivel absoluto. En esa visión, Dios tiene una potencia absoluta en la que la creación es plenamente contingente. Dios es omnipotente, libre y soberano mientras no entre en conflicto con su propia naturaleza. Postulando un Dios soberano arbitrario en que la potencia absoluta lo eleva a la categoría de un destino ciego. El nominalismo implica confrontar directamente a la teología natural y al realismo-universalista escolástico:

 

“Deus potest facere omne quod fieri non icludit contradictonem” Ockham, William. Quodl. 6.4. Opera Theologica (OTh) 9.

 

            Lo anterior significa que: el poder de Dios, su voluntad divina, no está sujeta al mundo existente; pues puede llegar a realizar todo lo que no sea contradictorio”.[9]

 

            El frente de dicho ariete lo conforman los filósofos medievales Duns Escoto y William of Ockham. Divorciando a Dios de su Ley. Confrontan un dualismo por medio de otro.  En Ockham los ejemplares universales simplemente no existen, cada cosa es una cosa. Por lo que su posición singularista es radicalmente individualista. No existen naturalezas comunes, por tanto la pluralidad es completamente innecesaria:

 

“Entia non sunt multiplicanda sine necessitate”

 

            No hay que multiplicar los entes (las explicaciones de la realidad), sin necesidad.

 

            Tenemos aquí el multicitado principio de economía, lex parsimoniae; mejor conocido como” Navaja de Ockham”, que no figura en su fórmula “Entia non sunt…” en obra alguna del monje franciscano, es un hecho que este dicho apareció hasta tres siglos después de su muerte. La expresión que Ockam usa con frecuencia es

 

“Pluralitas non est ponenda sine necessitate”. William of Ockam, Quodlibeta Septem, V, 1, 2 p. 476

 

            Es en la Metafísica de Aristóteles, donde se confronta  la doctrina de las formas platónicas, en las cuales hay principios de no pluralidad: Las cosas no quieren ser mal gobernadas. Como sabemos, las doctrinas platónicas del dialogo Timeo son la fuente que sostiene que las ideas son los ejemplares de los singulares. El realismo de Aristóteles es moderado al postular que el universal se encuentra en los particulares. Ockham corta de tajo tal concepción y niega la existencia de los universales. En esa tendencia no solo niega a Aristóteles, de paso también a Tomas de Aquino; quien piensa que los universales están en la mente de Dios. En Ockham Dios deviene en pura voluntad en la que los particulares dependen totalmente de Dios. Así rompe también con la unidad entre teología y filosofía, separando de una vez y para siempre ambas ciencias. Una tomó el camino del humanismo, la otra el de la Reforma. Ockham muere en 1350, casi 150 años antes de la Reforma, para los universalistas escolásticos tomistas el universal es necesario, a fin de cuentas era el anclaje con ideas abstractas como el derecho, la justicia, la ética y sus virtudes. Ockham es el antepasado espiritual de la reforma luterana:

 

1.- La total trascendencia de Dios y la plena contingencia de cada hombre (Absolutismo).

2.- En Dios hay voluntad pura (Voluntarismo).

3.- Dios tiene el poder sin limitaciones ya que es completamente independiente (arbitrarismo).

 

4.- Al conocimiento se accede a través de la intuición (experiencia) y la abstracción (de la mente y experiencia). (Empirismo).

 

            En dicho sistema,  si viene de la fe un pensamiento, su autoridad es la Escritura. Si viene de la razón, su autoridad es la experiencia.

 

            Lutero al llevar a cabo el proyecto nominalista a la teología desconfía permanentemente de la razón (la llama puta)[10], desconfía de la tradición de la Iglesia Católica y confía plenamente en la autoridad de la Escritura.

 

            El proyecto Ockhamiano tiene consecuencias: reduce todo universal al mero concepto y a los términos categóricos. Es el rompimiento radical con el platonismo. Pero dicho proyecto esconde una serie de deficiencias lógicas, si las copias no existen fuera del sujeto, sino en la transmisión de conceptos, la naturaleza es en ese sentido completamente llana. La conclusión de un nominalismo radical expulsa necesariamente cuestiones como el iusnaturalismo y el campo ético. Reduciéndolos al mero terreno de la experiencia. Este paradigma es el caldo de cultivo del absolutismo monárquico, el desorden eclesial que pervive en el protestantismo y la caída del iusnatiralismo para dar lugar al derecho positivo…

 

            Estos movimientos espiritualistas medievales herederos de conflictos teológicos y de la gnosis, cuyas expresiones más elementales están presentes en el joaquinismo y el ockhamismo; inmanentizaron de forma radical el escháton, en el que hubo un corrimiento de la esfera sagrada a la política. Al postular un Dios totalmente trascendente devino en un soberano absolutista y secular con poder total sobre el cuerpo de sus gobernados. Al convocar a dicho príncipe absoluto solo queda confrontarlo por medio de una Revolución y cortarle la testa. Apuntando a una revuelta contra el representante de ese poder arbitrario en la tierra. En la esfera del derecho las consecuencias son aún más radicales: si el soberano trasciende la naturaleza, no existe la naturaleza humana, vaciando los principios naturales del derecho y quedando solo el positivismo jurídico. La búsqueda incesante por el Espíritu Santo perdido en el filioque vendría ahora siempre inmanentizada, el rompimiento total con lo trascendente y viniendo aquello espiritual ahora evaporizado; solo nos queda el soberano que es plenipotenciario sobre lo material, que en ese sistema es lo único que existe: es el surgimiento del Totalitarismo como paradigma político a partir de ahora. El pueblo ya no sería luego entonces una comunidad unida por el derecho, existiría solo como un grupo de individuos atomizados¸ por quien sabe que fuerzas políticas. Serian ahora la imagen en pequeño del gran soberano, es un cuerpo sin cuerpo. Dicho corpus no tienen el sostén del iusnaturalismo ahora siempre se está positivando, modelando esa naturaleza humana perdida. Se hace presente la utopía gnóstica: un legalismo extremo de carácter anómico. La anarquía de la ley. Un estado de legislación permanente que convoca derechos cada vez más etéreos con aplicaciones absurdas. Eso conlleva a contradicciones cada vez más profundas: Mayor información, menos conocimiento; avance científico, pandemias mundiales; más escuelas, menos educación; menos seguridad, mayores armas; mayor intervención corporal, menos aprecio por el cuerpo; etc…

 

            El pendant entre el gnosticismo antiguo con las modernas religiones políticas, es el pneumátismo medieval. Esa triada es en esencia una unidad. Ese sistema es el encargado de hipostasiar a los tiranos y asesinos más terribles de la historia.

 

3.- Gnosticismo moderno y las religiones políticas.

 

            El proyecto de una Teología Política pura y la afirmación de conceptos teológicos secularizados, es irrealizable. El intercambio y paso de conceptos de la esfera teológica a la política viene necesariamente precedido por el movimiento contrario: El traspase de conceptos políticos a la teología.  Sacralización y secularización de conceptos se corresponden cada vez más, se ha llegado a la afirmación: “…no hay teología sin implicaciones políticas, tampoco hay teoría política sin presupuestos teológicos” (Jacob Taubes), la discusión se va perdiendo en esos espejos de correspondencias. Tales correspondencias son mutuas en toda la historia, el resto que sobrepasa a ambas queda aún irresuelto. Para poderlo desentrañar tendría que llegarse a un momento límite, como los del siglo XX. Y estamos en camino franco a resolverlo. En un panorama de guerra total y permanente, donde todas las naciones sin excepción participan de ese estado de excepción girando siempre sobre su propio eje. Como nunca en la historia los llamados estados nación contienen en sí mismas el germen de la destrucción total. La historia y el tiempo han dejado de efectuarse, el imperialismo se ha vaporizado. El campo de concentración es el paradigma de lo que queda de las democracias. Para entender estos fenómenos será necesario entender que el moderno contexto está determinado por las religiones políticas, las cuales atraviesan todo el espectro económico y político. El concepto estado-nación se está disolviendo dando lugar a dos grandes bloques que se están acercando cada vez más. El occidente afirmando la primacía del Hijo está convocando una bestia soberana, en manos de un país protestante, ante una Iglesia que se ha mercantilizado. Dicha bestia no necesariamente se ha hipostasiado, pero puede hacerlo en cualquier momento. Al otro lado del mar está a punto de comenzar una serie de guerras sin precedente como resultado de complejos eventos sociales, políticos y económicos. Todo en medio de un poder de destrucción masiva que nos hace pensar en la destrucción del cosmos por medio del fuego. Ese torbellino está consumiendo todo.

 

            No se podría comprender la disolución presente en la modernidad sin el papel que han ejercido los gnosticismos modernos y sus religiones políticas; tal y como lo entiende Eric Voegelin. Los pneumatismos medievales con sus concepciones escatológicas eclosionaron sin poder convocar a cambios estructurales. Lo que sí lograron fue introducir giros ideológicos que de a poco comenzaron a constituir lineamientos que influirían de manera notable en los siglos subsecuentes. La idea de una nueva tercera edad con sus profetas, introdujeron en la política occidental el proyecto de un Tercer Reino final. Las filosofías especulativas de la modernidad no son más que expresiones refinadas de la Gnosis antigua. El teórico político alemán en el prefacio a la edición americana del ensayo Ciencia, política y gnosticismo apunta:

Cuanto más sabemos sobre la gnosis de la Antigüedad más se confirma que los movimientos modernos de pensamiento tales como el progresismo, el positivismo, el hegelianismo y el marxismo son variantes del gnosticismo. [Voegelin, Eric. Las religiones políticas, Trotta.P.75. ]

            Como hemos revisado los gnósticos conciben la materia como algo terriblemente perverso, concibiendo a Dios como totalmente trascendente. Cuando esa especulación dualista se inmanentiza y deviene en des-divinización sólo queda de este lado la materia y del otro la nada. Nihilismo y materialismo con sus profetas desde Hegel, Marx, Nietzsche hasta Heidegger, son la más extrema expresión  del gnosticismo moderno. Las consecuencias hasta nuestros tiempos son evidentes: el escapismo del momento presente a través de una tecnologización de la vida, con el uso cada vez más extremo de las no-experiencias a través de dispositivos de subjetivación. También la disolución del Estado y su sustitución por una especie de gobierno único a través de las corporaciones. El individualismo como forma de vida y el liberalismo como religión de un Estado cada vez más débil.

            El papel de las religiones históricas se circunscribe así al ámbito de lo privado, siendo sustituidas por sistemas artificiales en toda la extensión de término. La propuesta en nuestros días es un sistema que especula acerca de aquellas cosas que no podemos vislumbrar y propone diversas formas de escapismo a lo que no podemos comprender. Con ello viene un falso conocimiento que apenas intenta explicar los aspectos ocultos de la realidad. Así, el conocimiento ya no es el esfuerzo constante de encontrar certezas, sino encontrar nuevas formas de escapar a los mismos sentidos: ya sea por medio del uso extremo de drogas duras y del uso constante medios de subjetivación. En nuestra época que se caracterizaba hasta hace unos años por la tensión entre ser y no-ser, ahora se entrevé en el futuro cercano la convocación de un gólem llamado no-ser.

        El único camino de salvación que se advierte es el de expurgar y entender los espíritus detrás de cada pensamiento. Examinar todo y retener lo bueno, en palabras del Apóstol Pablo. No es conocer, sino re-conocer. Evitar el camino de la vulgar gnosis para reencontrarse con el verdadero conocimiento, sólo ese que posibilita la verdadera religión. En la antigüedad los Padres de la Iglesia nos mostraron los sentidos simbólicos y literales de la Escritura resumidos en el Sensus Plenior. En una interpretación literal de True Detective el Detective Rust Cohle, como sabemos, pierde a su hija Sophia (Sabiduría) con tres años en un accidente al ser atropellada por un coche cuando jugaba con su triciclo. Ese acontecimiento provocó el divorcio con su esposa Claire (Claridad), provocando una caída de la fe y adquiriendo un enfoque nihilista del mundo. En un sentido simbólico, Cohle perdió el verdadero conocimiento o sabiduría, entrando en las tinieblas al divorciarse de la claridad (Claire= latín clarus=lo luminoso). True Detective es la búsqueda de la verdad de Rust Cohle en el plano literal y policiaco; como en el simbólico-trascendente: Verdadero Detective es también el Detective de la Verdad.

Aquí concluye el análisis filosófico-teológico al terror espiritual de Nic Pizzolato en True Detective y su representación fílmica en Rust Cohle. En el fondo True Detective nos muestra atisbos para averiguar la True Religion y por extenso de la falsa religión, esa es la búsqueda incesante.     



[1] Orbe, A. Cristología Gnóstica I. Biblioteca de Autores Cristianos. PP. 17-60.

[2] E. R. Dodds, Les sources de Plotín, Ginegra, 1960; PP. 186-187

[3] Ireneo, Adv. Hrs. IV. 13, I y 4. IV, 16, I

[4] Agustín, La Ciudad de Dios. XIX.24. Tecnos, P. 428.

[5] Ibídem, nota 169.

[6] Aristóteles, Metafísica, XII, 10, 1076, a.

[7] Idem.

[8] Op. Cit. P. 27.

[9] Dominguez, F. Naturaleza y libertad en Guillermo de Ockahm. P. 10.

[10] Martin Luther's Last Sermon in Wittenberg... Second Sunday in Epiphany, 17 January 1546. Dr. Martin Luthers Werke: Kritische Gesamtausgabe. (Weimar: Herman Boehlaus Nachfolger, 1914), Band 51:126, línea 7ff. Citado por Whitford, David M.

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