Confesiones, de San Agustín hasta Yukio Mishima. 25 de Noviembre, 55 años del seppuku del escritor japonés.

Confesiones, de San Agustín hasta Yukio Mishima.

25 de Noviembre, 55 años del seppuku del escritor japonés.

 



El tiempo es lo que importa. Con el paso del tiempo,

 tú y yo nos veremos arrastrados inexorablemente

a la corriente dominante de nuestra época,

aunque no seamos conscientes de ella.

Yukio Mishima, Nieve de Primavera.

 

San Agustín de Hipona no sólo es el fundador del pensamiento occidental, es el creador de un género literario cultivado hasta nuestros días: la autobiografía. Las Confesiones es un conjunto de trece libros cuyo relato en primera persona narra la infancia y adultez del santo católico hasta su conversión. Texto que ha sido estudiado y comentado desde las más diversas perspectivas: se le ha estimado inclusive como un estudio de proto-psicología infantil y de proto-pedagogía. El Doctor de la Gracia despliega en su texto sus temores, deseos e inquietudes desde su niñez hasta su fuerte convicción religiosa. Todo en el marco de una decadente civilización romana y su inminente caída. San Agustín murió en el año 430 d.C., mientras los vándalos asediaban su ciudad, Hipona, lo que sucedió décadas antes de la caída formal del Imperio Romano de Occidente en 476 d.C. El colapso del imperio, como él mismo escribió en su obra "La ciudad de Dios", fue un proceso largo, aunque él murió en medio de las invasiones bárbaras que precipitaron el fin. 

La confessioni es una práctica meramente cristiana, refiere al reconocimiento de la miseria propia frente a Dios por causa del pecado, por medio de ella los fieles mediante un acto de contrición se ponen a cuentas con su creador, exponiendo puntualmente aquellos acontecimientos de la propia vida que se reconocen como un desafío ante la noche de la vida.

Dicha práctica de confesarse es usada hasta el día de hoy, confiriéndole una importancia suprema en el camino del creyente. Forma parte preponderante del acto de arrepentimiento que puede absolver los pecados. Podemos reconocer el moderno psicoanálisis como una secularización de dicha experiencia. Esa relación subterránea entre psicoanálisis y confesión ha sido abordada por diversos autores, que se ocuparon del vínculo que uniría a dicha técnica con la práctica psicoanalítica (Ellenberger, 1970; Foucault, 1974-74; Foucault, 1976; Webster, 1990; Vallejo, 2006). Sin embargo, muchos otros rechazaron esta posibilidad al no ver entre ambas más que una de las rupturas que separarían a la religión del campo de la racionalidad moderna (Allouch, 1998; Bonoris, 2015), por citar a uno:

“los ritos de la confesión satisfacían (…) una profunda necesidad psicológica” (Richard Webster, 1999, p. 334)

Desde esas perspectivas, la absolución del pecado se volvió superación de la culpa; la paz del alma perdonada se vistió de efecto terapéutico; pero entre religión y mundo “psi” existiría una continuidad en los fines y en los efectos de las respectivas técnicas utilizadas para disminuir el mal introducido por el pecado o la patología. En algunos casos es tan delgada la línea, que la confusión con el psicoanálisis se ha establecido como forma de intuir la confesión como una forma de catarsis. Y en cierta manera lo es, el psicoanálisis es una secularización de dicha práctica, recordemos que Franz Brentano, padre de la psicología, fue un sacerdote católico que después de su renuncia se convirtió en la figura preponderante del círculo intelectual que dio origen a la psicología como ciencia. No será aquí el lugar donde se desarrollen dichas correspondencias, solo establecer de principio las confusiones que se dan en lo terapéutico como reduccionismo de la expresión artística autoconsciente.

Tanto las Confesiones de Agustín como las Confesiones de una Máscara de Mishima, parten del mismo núcleo: la naturaleza y las vivencias que marcaron sus respectivos caminos. Ambas obras son una exploración en torno a la idea del sacrificio, aunque con fines divergentes: uno es el camino de la conversión religiosa y el otro el camino como afirmación del yo. En Agustín confesar es arrepentirse, en Mishima es exhibir la máscara como fractura interna, en este último ya lo confesional no es en primera instancia lo divino…

 La influencia del santo católico en las Confesiones de Mishima es innegable, aunque es una cuestión poco explorada, en un pasaje de la novela se lee:

"Desde la infancia, mis ideas en lo tocante a la existencia humana jamás se han apartado de la agustiniana teoría de la predestinación. Una y otra vez me atormentaron las dudas vanas -como siguen atormentándome en la actualidad-, pero consideraba que esas dudas eran solo una tentación de pecar, y seguí inconmoviblemente fiel a mis convicciones deterministas."

En las Confesiones de San Agustín, la autoconciencia es central, ya que se presenta como una profunda introspección que explora la memoria, las emociones y la voluntad para revelar la naturaleza del yo interno frente a la revelación de la verdad divina. San Agustín utiliza la narración de su vida como un método para el autoexamen, buscando entenderse a sí mismo en referencia a Dios, quien se presenta como la Verdad y el fundamento de su existencia. La obra es una autobiografía pionera que revela una conciencia de sí mismo marcada por la lucha constante, la insatisfacción y la búsqueda de un sentido trascendente. En esencia, las Confesiones de Mishima, intuyen un mismo camino de introspección, todo en medio de un ambiente de decadencia del Japón durante la post guerra y la caída de las bombas atómicas. La novela es escrita en 1949, cuatro años después de la rendición incondicional del Imperio. Tras la rendición, el Imperio fue ocupado por las fuerzas aliadas y se estableció una nueva constitución en 1947, que reemplazó la autoridad política del emperador por un sistema parlamentario, marcando el fin definitivo de su carácter imperial. Estos acontecimientos marcaron el inicio de un período de grandes cambios sociales, políticos y culturales, al interior del país, provocando una progresiva occidentalización de Japón; que inicio con el abandono de la ética del bushido (código samurái que glorifica el sacrificio en combate y la no rendición), la tradición perdió su predominio, aunque siguió influyendo en la sociedad de su tiempo. Ese escenario es el fondo común a la obra de Mishima, explorando esa fase de nihilismo y decadencia espiritual nacional. En su obra pone de manifiesto que quien confiesa no es el ser, sino la máscara que se ha confundido o fundido en él.

En medio de ese trance de personalidad, el personaje de la novela de Mishima, Kochan, percibe un giro en la historia de su nación, entreve como profeta una época oscura de caída y decadencia para Japón, se cierne para su país un terrible periodo no de derrotismo, sino el advenimiento de una forma de vida que comenzaba a gestarse: una profunda captura de lo cotidiano que se ha olvidado de su tradición para vivir dentro de los límites de lo occidental. Mishima confiesa sus temores frente a dicha realidad convulsa, un país profundamente tradicionalista que va cayendo en la trampa de la modernidad occidental.

Yukio Mishima es de lejos agustiniano, pero en su obra Confesiones de una Máscara utiliza el método de confesión como estructura literaria y con ello explorar su identidad, su sexualidad y su determinismo trágico. En él la verdad es una verdad propia y dolorosa, no es una confesión de fervor religioso, el fervor de Mishima es pagano. El yo aparece con una ruptura con el sí mismo, donde la “la voluntad está enferma, quiere y no quiere…”. En dicha circunstancia el destino es inevitable, casi en una visión teológica, es un eco secularizado de la inevitabilidad agustiniana. La lógica espiritual de Agustín es invertida en corporal, dolorosa, trágica y en cierta manera voluptuosa. Todo lo anterior como una obligación de ofrecer una explicación de la vida propia. En ambos, Agustín y Mishima existe una coincidencia de opuestos: revelar lo que duele en un sentido estético. En ambos, confesarse es desnudarse ante la escritura.

Al final de Confesiones de una Máscara el tiempo se cristaliza en una visión de la eternidad donde un reflejo del sol se refracta sobre un líquido derramado como destello que anuncia un destino heroico. 


Escribe, Iván González.



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