Coco (2017). La segunda espiritualidad. O de la falsa tradición.

Coco (2017). 

La segunda espiritualidad. O de la falsa tradición.

En Coco el otro mundo (el Mictlán) es indiferenciado del mundo terrenal. La trascendencia se materializa. Hay todo un sistema judicial, de aduanas, archiveros, organización social y demás cosas demenciales. Lo sagrado se positiviza y sociologiza. ¿Qué sentido tendría la muerte si esta fuese igual a la vida? Aquí acudimos a un error, o mejor: a una blasfemia anímico-espiritual; el alma es como otro cuerpo, y la tierra prometida (por ponerlo en términos hebreos) es solo una tierra más. Es tanto lo físico lo que impera que la fotografía, más allá de operar como símbolo cinematográfico, es un verdugo de los muertos; sin fotografía material prácticamente no existes en el Mictlán. Se configura todo un sistema "espiritual" en función de lo material.

Colores bonitos, música alegre, formas lindas, alebrijes (que no son canon), ofrendas, papel maché y un pueblo (pueblismo) pobre pero felíz y unido. Así es vista la fiesta bajo ojos clasistas.

Disney pareciera más que trazar una idea metafísica entre la vida y la muerte subrayar la cuestión geográfica fronteriza entre nuestro país (México) y el suyo. Además de que representan al Xoloitzcuintle (al puente sacro) como un imbécil.

Con esta misma línea trazan la tradición (principalmente hinduísta) de la reencarnación en Soul (2020). La creencia, lo espiritual, lo sagrado, la tradición, es vuelto por Disney un espectáculo de marketing, una parodia y una falsificación. Kitsch puro, de acuerdo con Greenberg.

Este fenómeno de una aparente reintegración de lo metafísico, borrado por la mentalidad materialista y positivista del siglo XIX, desde las pseudofilosofías y las pseudoprácticas del siglo XX, es a lo que Spengler se refirió como una segunda religiosidad. Un neo-espiritualismo sectario y de logias que tienden hacia lo sobrenatural, que "pretenden proveer de algo más fuera del dogma religioso", nos dice Evola. Guenon las llamaría nuevas psicologías. Dentro de todas estas filosofías y prácticas en nuestros días encontramos el Yoga o el mindfulness. Así es, el sectarismo cotidiano nada tiene que ver con satanismo o rituales oscuros, es más bien un pensamiento torcido que se presenta como inofensivo y auxiliar antes que peligroso.

Así operan algunas de las películas de Disney y de muchas otras casas productoras y directores. En esta misma pendiente encontramos, recién, la "obra" de Ari Aster o Dennis Villeneuve.



Coco es, en resumen, un facsimil liberaloide. Un panfleto sectario que, como toda secta, distribuye torcida y manipulada la tradición. Ya Carpenter nos advertía en 1978 el peligro inflacionario y rebajado de las festividades a manos de la masa. La fiesta se desvía hacia un cumplimiento de orden capitalista y de pseudofilosofía de la felicidad. Lo ontológico se vuelca y enreversa en una libertad del se vale todo. La época del cualquiercosismo, amigos y amigas, en la que tampoco podemos enjuiciar una película perversa como Coco, porque ya saldrán los gustoloides a decir que "es solo una película", y que cada uno con sus gustos. Cero condescendencia con ellos. Ya algún Michael Myers vendrá a hacer justicia con estas ideas new age.


Escribe, Amisadai Domínguez.

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