Cry Macho (2021) La [última] misión sagrada del cowboy.

Cry Macho (2021).

La [última] misión sagrada del cowboy.



Necesitamos la vida entera para aprender a vivir, y también - cosa sorprendente - para aprender a morir.
-Séneca.

Pasarán más de mil años.
Muchos más.
Yo no sé si tenga amor la eternidad.
-Álvaro Carrillo.


Introducción.

Cry Macho es la obra más reciente del viejo amigo Clint Eastwood. Produce, dirige y actúa. Es sin duda su trabajo con mayor simbología sagrada, y a continuación vamos a mostrar, desde el análisis puntal, esos elementos simbólicos. Decir que Cry Macho opera bajo la redefinición de la figura de lo varonil o del macho, es caer en un reduccionismo grosero. Así de llano, así de simple. Cuanto más si se le trata de moralina.

    Los intereses de los autores que se mantienen activos al día de hoy, y que rondan los 80 o 90 años, y que llevan más de 5 décadas haciendo cine, son claros: lo limpio, lo sencillo, lo "lento". A esto último se le suele dar la mala lectura, la errónea interpretación, de que el director por ser viejo su película es "aburrida" o "sin ideas", sin "novedad" o sin vueltas de tuerca locas que den al espectador la falda ilusión de haber asistido a algo "diferente", nunca antes visto.

    Lo hemos visto con los últimos trabajos de Brian De Palma (Dominó, 2019) y de Martin Scorsese (The Irishman, 2019): la opción por lo sencillo (como si eso fuese algo malo). Cine para todos, sostenemos. Entre más limpia la primera historia (la trama), más rica la segunda (la simbólica, la que interesa en el relato desde hace 3,000 años).

    Cry Macho no es la excepción: una película que lleva impresa la calma que solo un Señor de 91 años puede estamparle a un film. Un film que recorre y sella la historia del cowboy formado por Hollywood durante el siglo XIX. Si bien Estwood a finales de siglo ya había escrito la ultima pagina del western con Unforgiven (1992), una película totalizante que cierra el libro del género y su mito, de acuerdo con Alejandro Baravalle, podemos considerar que Cry macho es un ultimo epílogo que reflexiona con y desde el último personaje ya leyenda de un olvidado viejo oeste: Clint Eastwood, el último en poseer el derecho sagrado para luego de casi 30 años de haber clausurado el género volver a abrir sus paginas para dejar una última nota de vejez: el vaquero (yo) se muere a caballo, atravesando un país, con un último trabajo a manera de los griegos, de pie, bailando, no en un geriátrico. De antemano pedimos perdón por el uso excesivo de la palabra "último", pero el análisis la exige.

    Cry macho es una película sumamente teológica; simbólica por añadidura, que reflexiona sobre el catolicismo, la vejez, la familia, y desde luego el cine. Aquí hay de todo: catolicismo, confesiones (así, en su acepción agustiniana), el maligno, la redención, la domesticación, el pecado, la incontinencia, la negligencia, el Ángel de la guarda, la cura, el tiempo y otras tantas preocupaciones teológicas.

    Cry Macho jamás traiciona sus intereses, mucho menos sus bases. Llega a buen puerto, al único posible: a un HOGAR (le duela al progre que le duela) en donde ser alguien; Mike llega a esa tierra prometida, a 'un rinconcito en el cielo', si se nos permite el término del querido Ramón Ayala, que no está de más ni fuera de lugar con este film que se desenvuelve dentro de nuestro México. El hogar, la tierra prometida, la última parada, es eso: una fondita de un pueblito en medio de un desierto mexicano.
   
 Una mujer esperando, Marta (מרתא, "Señora" por su traducción al español). A fin de cuentas, como decía Kotzebue: "¿En dónde tiene la humanidad un templo más hermoso que en el corazón de una mujer?". Parte del fin (de la finalidad) es el complemento; el complemento humano, en cuanto hombre-mujer, acompasado de la tierra. Después de todo, "el infierno es donde no se ama", diría Santa Teresa de Jesús.

    Clint se sabe viejo, y sabe que tiene la cura para todo, excepto para la vejez (como lo enuncia en la película). Cry Macho es el testamento de uno de los últimos bastiones de la industria: de un Clint que ha encontrado, a través del cine, su hogar. Un héroe que no renuncia a su camino por estar con la chica (sí, te hablamos a tí, Capitán América), y que solo al final del camino, ya tarde (que no nunca), encontrará a esa chica. Antes habrá que enfrentar al pecado (Leta) y al diablo (Aurelio), confesarse, ejercer el oficio (a manera de los trabajos de Heracles), y transmitir la tradición al joven.

    La gran tragedia es que nos vamos a morir, dijo en alguna ocasión el maestro Faretta. En Eastwood los finales son trágicos, letales. Melancólicos como con Richard Jewell (2019), Space cowboy's (2000) o American sniper (2014); frustrantes como Mystic river (2003); desgarradores como en Million Dollar Baby (2004) o Gran Torino (2008); nostálgicos y crepusculares como con Honky Tonk man (1982), The mule (2018) o Cry Macho. Todos de espíritu trágico. La tragedia para nosotros en Cry Macho es ver a Eastwood con el peso de los años en sus piernas, en su figura, en uno de los últimos y más importantes momentos de la autoconciencia, quizá. El crepúsculo, lo crepuscular, es evidente desde el primer plano del film: un atardecer, la carretera, Mike mirando por el retrovisor, y desde luego los bellísimos colores que recorren el film.

Análisis.

El primer dialogo de la cinta es “llegas tarde”. El tiempo es un tema que está presente en toda la película; el tiempo como la plataforma de la redención. Resuena la preocupación agustiniana del tiempo, impresa en escritos teológicos como en Las Confesiones. En Cry macho se nos remite a este problema ontológico y teológico: la película de inicio nos muestra el atardecer; el atardecer del día, del tiempo, y de la propia vida.


    La mirada de Clint a través del retrovisor coloca todo en retrospectiva. Redimir el tiempo y el tiempo de la redención se superponen para mostrarnos que todo momento puede ser tiempo de redención, el “ya no” es después de la muerte. Ni lo Viejo ni lo muerto se pueden curar.

    Mike Milo es el encargado de una misión: el viejo Howard le manda traer a su hijo de México a Texas. Mike durante el periplo opera como un ángel de la guarda que velará por el joven Rafael.


    “Raffo”, el niño, es también un personaje que opera como un ángel, salvando y cuidando de vez en vez al viejo Mike.

    En otra escena vemos que ambos personajes se resguardan en una vieja iglesia. Allí Mike se confiesa con Raffo, operando Raffl como un sacerdote, que inclusive solicita respeto al santuario y a la virgen. La confessi confiter de Mike abrirá el camino de su propia salvación.


    En la tradición católica, la confesión refiere estos sentidos: una declaración de fe: “¿crees en Dios?” pregunta Raffo a Mike. La segunda es la confesión de los pecados propios y del dolor.

    El padre, Howard, busca salvar a su propio hijo, a la vez que pretende usarlo de pretexto para hacerse de un terreno. Aquí el símbolo de la tierra nos refiere al reino. La acción del redentor en el Antiguo Testamento es la de comprar las tierras de un pariente difunto para rescatarlas y que así no se pierdan (Rut 4,1-7). El sentido de la redención por tanto es soltar y liberar un terreno y por extensión al hombre. Por tanto liberar el terreno es liberar al reino, redimir el cosmos. No hay hombre sin tierra.

    La actitud de Leta (del latín "la alegre") es de negligencia, la viva imagen de la tentación y del pecado, ofrece sexo y bebida al viejo Mike. Mike resiste la tentación, no desvirtúa en ningún momento su misión, y sufrirá persecución. Puntualicemos sobre su aparición, breve pero sustancial: Leta ('la alegre', previamente descrita por Howard como una mujer de fiestas, divertida. Así se va configurando el nombre simbólicamente), viene a representar el mal, a manera de demonio; una prueba en el camino de Mike. Vestida de rojo y con una copa en la mano, "bebiendo la sangre de los justos", portando los colores de la "ramera". Detrás de ella en la chimenea ardiendo la madera: una representación infernal, a manera de Richard Donner en The Omen (1976). El mal siempre se presenta como acusador  y burlón. Leta, en sus diálogos, es lo que muestra: burlas hacia Mike y acusación contra su hijo, incluyendo la frase "¿Crees que él canta en la Iglesia?". En la composición del plano Leta está en una posición superior a la de Mike, una posición de altura (ella de pie y Mike sentando) que viene a significar el poder y control de la situación en sus manos.

    Al final de escena, ya con ella sentada al lado de Mike, es que comenzará su segunda estrategia: la de la seducción que culminará con su segunda y última intervención en pantalla.

    Aurelio ("el que brilla como el oro") opera como el demonio, es el mismísimo mal en pantalla. Su calidad de maligno se revela en su vestimenta y en su actitud; su fin es regresar a Raffo al antiguo camino de gallero, interrumpir su fin como heredero, el gallo, ante un Clint sin la fortaleza para enfrentarlo y siendo apuntado con un arma, de forma providencial le pone fin a sus maquinaciones. 

    En todas las concepciones sagradas antiguas el gallo es un símbolo solar. En el cristianismo, Jesús es representado por tres animales: el cordero, el gallo y el águila. El gallo, de nombre Macho, siempre advierte del peligro cantando.

    En la mitología griega nos encontramos con que el caballo es una bestia ctonica, que representa lo impetuoso de los deseos en espera de ser domados. El domador de caballos es la imagen, o arquetipo, del hombre que ha dominado sus deseos, pasiones y sentimientos.

    Mike no puede, ni sabe, curar lo viejo; opera como un médico chamán. Lo único que no puede curar es la muerte, pero el "demasiado tarde" tampoco.

    El periplo es el tema central de la película, va cerrando en la frontera, en el punto muerto: es la frontera entre el “aun no” y el “ya” donde suceden las cosas más asombrosas. Aquí Raffo cruza, dejando el “ya no” atrás. Abre hacia lo nuevo.


Final.

Hoy en día el cine es cuatro cosas: las secuencias de De Palma, Scorsese releyendo The Godfather, Cameron contra la modernidad, y Clint Eastwood caminando...

    Mike llega a su destino (en el amplio sentido de la palabra), llega a ser uno con Marta y el entorno, mientras de fondo una tornamesa toca Sabor a mí. Así es como se termina una película. El entorno termina hospedando a nuestro personaje, dice Pedro Seva en su crítica. La película se vuelve una, se condensa, se repliega en esa última escena. El hombre y su obra se tornan eternos, ya no con la necesidad de morir luego de haber transmitido la tradición, como sucedía con Gran Torino (2008) o Honky Tonk man (1982). Aquí se le obsequia la tradición al chico, se le instruye y también de él se aprende, como con las películas anteriormente citadas, pero algo cambia: Clint ya no necesita morir en pantalla. Su muerte, que la sabemos cerca, por la edad (del personaje y de Clint), magistralmente quedará fuera de campo, abriendo paso a la eternidad del momento del baile. "Recuérdeme así", podríamos decir que se transcribe esa escena. Desede la autoconciencia, Clint ha aprendido a morir.

    Hasta cierto punto, esperamos haberle echo justicia al film de Eastwood, que tanto nos ha llenado de emociones imposibles de formular sobre el papel. Como escribió Julio Cortázar, “Las palabras nunca alcanzan cuando lo que hay que decir desborda el alma”.

Un destino no es mejor que otro,
pero todo hombre debe acatar
el que lleva dentro
-Borges.

Escribe, Iván González y Amisadai Domínguez.

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