Tombstone (1993): Un western sagrado.
TOMBSTONE
“Un hombre tiene que hacer lo que un hombre tiene que hacer.”
Un western sagrado
-No
le hagas caso, esta borracho…- (Dialogo de Wyatt Earp).
Doc Holliday: -“In vino veritas…”-
(La
verdad está en el vino).
Johnny Ringo: -“Age quod agis...”-(Pon atención con
lo que haces).
Doc Holliday: -“Credat Judaeus apella, non ego…”- (Que
lo crea el judío Apella, yo no).
Johnny Ringo: -“Eventus stultorum
magister…”- (Los eventos son el maestro de los
estúpidos).
Doc Holliday: -“In pace requiescat.”-
(Descanse
en paz).
El antecedente directo del héroe moderno esta derivado, sin duda, de la figura de personajes históricos legendarios del viejo oeste. En Estados Unidos de América posterior a la guerra de secesión, se vivieron en la última mitad del siglo XIX tiempos convulsos. La crisis y el hambre de la post guerra obligó a cientos de inmigrantes a buscar fuentes de supervivencia. Las condiciones políticas, económicas y sociales de la naciente nación norteamericana dieron lugar a los agentes de la ley que buscaban restaurar el orden en medio del caos, a nadie sorprende hoy en día que después de periodos de crisis sobreviene la violencia. Así surgieron hombres y mujeres que sobresalieron por su capacidad de restablecer la paz o de aquellos capaces de iniciar auténticas masacres. Esto sin duda dio lugar al nacimiento, no solo del cine como industria, sino también de un "género" que es el género del cine por sí mismo: el Western. Siendo el único tipo del cine que abarca a todos los demás, inclusive muchas de las grandes películas de la historia son revisiones al western clásico, Star Wars es un claro ejemplo de ello (Space Western).
Antes de ser llevadas a la pantalla grande, estas historias eran puestas de boca en boca a través de pasquines, recortes de periódicos, fotografías y circos itinerantes como el de Buffallo Bill. Así se construyeron las bases de una serie de leyendas que el cine de Hollywood recrearía hasta el cansancio. La más legendaria sin duda es el tiroteo sucedido entre la pandilla de los Vaqueros y los hermanos Earp en el O.K. Corral. Este acontecimiento se dio el miércoles 26 de octubre a la tres de la tarde de 1881 en el pueblo platero de Tombstone, Arizona, en el condado de Cochise; en los linderos de la frontera con México.
Esta historia ha sido llevada al cine en diferentes formas,
las obvias son la de John Ford en 1946 con My
Darling Clementine, John Sturges en 1957 con Gunfight at the O.K. Corral y Tombstone
de 1991. En todas, la película gira alrededor de dos personajes: Wyatt Earp y
Doc Holliday. Interpretados por Kurt Russell y Val Kilmer, respectivamente, en
éste último.
Tombstone, es un pueblo fronterizo que representa un microuniverso. En tal, hay de todo. En ese microcosmos existen los borrachos, las prostitutas, las actrices, las esposas, los jugadores, los asesinos, los sacerdotes, los locos, los enfermos, los hombres de ley y toda clase de parroquianos. Los Clanton, los McLaury, Curly Bill y Johnny Ringo son Satanás. Son delatados desde la primera escena, el primer ataque directo y sin más es a la iglesia, a la familia; no solo son violentos, también blasfemos. El sacerdote consciente de ello lanza una invectiva antes de recibir un balazo del más peligroso, cita el Apocalipsis, sin duda en su pasaje más popular: el capítulo sexto:
“ Et ecce equus pallidus: et qui sedebat super eum,
nomen illi Mors, et infernus sequebatur eum, et data est illi potestas super
quatuor partes terrae, interficere gladio, fame, et morte, et bestiis terrae.”
(Vulgata
latina 6:8)
A
estas alturas y de primera instancia sabemos perfectamente que la pandilla de
vaqueros identificados por un fajín de color rojo (color de la sangre, la
violencia y el peligro) son el demonio. No se detendrán ante nada, son capaces
de llegar a la muerte con tal de llevar al límite su sed de crimen. Al igual
que en Rio Bravo (1959), sólo hay una salida posible y no puede existir absolutamente
otra: hacerles frente. Pero antes de hacerles frente, tienen que ocurrir cosas
extrañas, inverosímiles, milagrosas, sobrenaturales. Nada de eso es posible sin
la Providencia: cuando Wyatt Earp “camina sobre las aguas” en el tiroteo del
final no puede ser tocado ante la lluvia de balas. Antes de la victoria es
necesaria la pureza, y esta llega de formas inimaginables: del amor de una
mujer, de bajar la cabeza ante tus enemigos arrastrando el féretro de tu
hermano asesinado por ellos, de un sacerdote que te habla de los misterios, de
la determinación, de la justicia, de reponerse a la muerte, a la enfermedad; en
pocas palabras: hablamos de reconciliación. Este periodo de intercesión es
acompañado de reflexión, de meditación y de una exasperante diplomacia.
En muchos tiempos y pensamientos Apocalipsis ha tomado un significado equivocado, en el lenguaje común se piensa que Apocalipsis es sinónimo de destrucción y del fin del mundo. El diccionario lo define así: “Situación catastrófica, ocasionada por agentes naturales o humanos, que evoca la imagen de la destrucción total”. Por supuesto que este concepto desde un punto de vista teológico y escatológico está totalmente equivocado, Apocalipsis es la revelación de Jesucristo en todo su esplendor y gloria para castigo de los impíos. El mensaje es claro: Cristo en la parusía se manifestará en todo su esplendor y poder. El vino de la ira de Dios será derramado. Los entendidos sabemos que el amor no viene desligado de la justicia. La justicia exige castigo.
Por tanto, Tombstone, cuyo significado es lápida, es el escenario perfecto para la batalla de los ejércitos de Satanás. Tombstone se convierte en alter mundus. Ese infierno en la tierra también se interioriza en el corazón de cada uno de los personajes, cuya batalla interna galopa al paso de los jinetes de la vida del exterior. Esta historia es el arco tendido en cada uno de los westerns del cine clásico de Hollywood. Tal pareciera que la batalla de OK Corral fuera dada para mostrarnos un ejemplo de ello. El simbolismo sagrado no deja de centellear: la triada de los hermanos Earp: Wyatt, Morgan y Virgil se corresponden con las tres edades del hombre: joven, adulto y viejo; correspondido de la misma manera con Rio Bravo. La triada es la que articula la acción en ambas películas, es el motor que mueve cada motivo. Doc Holliday es caso aparte, él está muriendo, pero con cada debilidad se hace más fuerte, tiene el don de hablar en lenguas; no solo es culto, puede citar a Horacio, a Tomás de Kempis y cualquier clásico latino. La batalla decisiva la gana Hollyday. De todos el más peligroso de los Cowboys es Johnny Ringo, que es el doble, la copia, la calca en negativo de Hollyday. El doctor es culto, es un hombre de fe, conoce los misterios y los puede discutir con cualquier hombre de conocimiento de lo sagrado. Es el jinete pálido que tiene la muerte detrás, pero también es el Espíritu Santo. Ese doblez no tiene comparación.
En
la tradición patrística se concebía a los jinetes relatados en el capítulo
sexto como símbolos de cuatro elementos presentes que enfrentaría el mundo y la
Iglesia: apegándonos en esa tradición el jinete blanco con el arco representan
a Jesús en su carácter victorioso, el caballo rojo es la guerra, el caballo pálido
es la muerte y el negro es la crisis de escasez.
Así, la figura de Wyatt Earp es una figura crística dentro del film, no solo trae el trueno, camina sobre el agua y hace milagros tal como bromea Holliday. Este elemento se hace presente también en el dialogo de cantina entre Doc Holliday y el Earp de Henry Fonda en My Darling Clementine (1946): Doc pregunta insistentemente a Wyatt qué es lo que realmente quiere, cuál es su verdadera intención “acaso librarnos de todo mal”, le pregunta. Este Cristo no es el de humildad, es el de victoria; aquel que derramará el vino de la ira de Dios en la batalla final. El film nos hace recordar que la venganza es de Dios. Cristo aquí es un león rugiente dispuesto a exterminar a sus enemigos.
Escribe, Iván González.
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