Never let go (2024): Impre[ci]siones del mal

Never let go (2024):

Impre[ci]siones del mal

De entre alguna fisura el humo de Satanás
entró en el templo de Dios.
Pablo VI.


El problema central de High tension en aquel lejano 2003 de Alexandre Aja, fue el giro psicológico final. Ese giro que se abre a las ambigüedades y a los parámetros de lo "clínico", del diagnóstico. A este truco ya han recurrido directores como Scorsese o Cronenberg. Si el problema de High tension se colocaba justo al final, el problema en Never let go recorre completamente al film. 

Never let go conjuga lo peor y lo mejor de Alexandre Aja. Lo peor: el truco psicológico de la ambigüedad realidad/trastorno, roces alegóricos. Lo mejor: un terror estilizado, una técnica pulcra y única como se le conoce a Aja. Y es que Aja es un director bastante violento, bastante físico -no confundir con lo gore o la violencia gratuita. Aja no teme mostrar las heridas, los asesinatos, el horror, lo corpóreo; es un estilo descarado, en buen sentido.
Acá, en Never let go, ese supuesto mal encarnado es provocativo, agresivo, tramposo, como sus cocodrilos en Crawl (2019). En ese sentido, Aja es un director parecido a Fede Alvarez. Dos directores de género, que lo respetan y lo entienden, sin miedo a los fluidos, a la sangre, a lo visceral.

En cuestión de diegesis, Never let go se asemeja a su Horns (2013): el bosque prerrafaelista. Este bosque es uno siniestro, de pinos altos, de una oscuridad profunda e intimidante. 

Hay dos películas -recientes- que sustentan a Never let go: Tethered (2017) y El páramo (2021). Ambas con la idea de la casa en un lugar abandonado. En Tethered, al igual que en Never let go, hay un bosque y una criatura que acecha, y nuestro personaje, para ser salvo, y por su ceguera, debe permanecer atado a una cuerda. En El páramo una madre y sus hijos intentan sobrevivir a la hambruna y a un demonio que ronda su casa. También podemos recordar la The village (2004) de Shyamalan y su dicotomía bosque/ciudad y su ocultamiento, valores presentes en Never let go.

El bosque en Never let go es un ente yermo, y la ciudad "aún más". Las cuerdas del film son los hilos del mito griego de Ariadna, Teseo y el minotauro; el hilo salvavidas por un bosque/laberinto. Sólo que el hilo, en gran medida, y como elemento simbólico, está dado vuelta; es también cordón umbilical. La casa es la casa Usher de Poe.

En Never let go medianamente existe lo alto y lo bajo, así como medianamente existe el mal. La madre es una mujer que ronda lo sectario, y la casa es su Dios y su templo y su oración. Y en este punto es necesario señalar que la madre es alegórica, no el film -en el mayor de los casos. Los chicos son opuestos y complementarios entre ellos; serán rescatados desde lo alto, por helicóptero, como la familia en Crawl. El mal es ambiguo, no termina por ser definido. Por cuestiones de cámara (su posición casi subjetiva cuando el demonio aparece), "el mal" es psicológico, pero también por cuestiones de cámara -la instantánea del film- es real. Existe y no existe. Y quizás ese sea el entramado de este film de Aja, el de el mal haciéndonos creer que no existe, porque conociendo la filmografía de Aja, el mal es siempre algo real. En esa cuestión, el director no ha sido huidozo, hasta aparentemente esta película.

La película es un sí, y también es un no.


Escribe, Amisadai Domínguez.

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