A Quiet Place II (2021) El género como fin artístico del cristianismo.

A Quiet Place II (2021) El género como fin artístico del cristianismo.


Antes de comenzar, y me permito hablar desde lo personal, debo admitir que entré a la sala del cine de esta segunda entrega no sin miedo, y con una expectativa tambaleante. Me explico: Krasinski nos entregó una ópera prima que nos sorprendió, de la cual ya hemos hablado aquí, y que precede a este film también de su autoría. 

El temor se debió a que lo mostrado por Krasinski en su primera cinta solo hubiera sido un espejismo, una falsa promesa de un director hecho y derecho, pues al aventurarse a realizar la segunda parte de su primer film las posibilidades de ver algo totalmente irrelevante eran altas. Para nuestra fortuna Krasinski da señales de vida, y podemos decir que estamos ante un director del cual tendremos que estar al pendiente. 

A los lectores desidiosos que aún no se convencen de lo simbólico en el cine, y en general en el arte, solo nos queda esperar que hayan leído el texto a la primer entrega y decirles que lo que en ella escribimos y lo que a continuación mostrarnos no es algo descabellado, sino una lectura sobre un producto en el que la casualidad tiende a cero, una película pensada de principio a fin, como lo debería de ser toda película. Un signo, por no reiterar con la palabra símbolo, puede ser casualidad, 15 ya no. 

Este es un film que respeta al anterior, semejante en trama, por supuesto, pero con conceptos diferentes, con otras ambiciones, más autoral y más camuflajeado.

En este nuevo film a Krasinski se le observa más sobrio y más seguro en la dirección, más fino y más maduro, por ende más simbólico. Ante todo Un lugar en silencio parte 2 es la re-animación de un cristianismo que parecía perdido dentro del género, o lo que queda de él; dentro del cine. No estamos ante John Carpenter, claro, pero John Krasinski sabe trabajar su película dentro del género como aquel maestro de la autoconciencia.
Krasinski no solo retoma de forma heroica los valores cristianos, sino que retoma el género (el terror), y para que lo primero funcione (lo metafísico) es vital que lo segundo (el género) esté presente. Como dice el maestro Faretta, el cine es género. Un lugar en silencio parte 2 permanece enteramente bajo estado de transparencia; es terror y se enorgullece de serlo. Ante la crisis del cine, y en especial de cine de terror (lo hemos visto en películas que sin titubear calificarnos de porquería, como en las recientes in-formes cintas de Ari Aster, una que otra Halloween por allí o algunas The conjuring (parte 3), por mencionar parte del cáncer que inunda al cine, y al terror, que se disfraza de profundo, art, o simplemente que suplanta al género, como la cosa en la película de Carpenter), Krasinski viene a imponerse, a colocar su nombre como referente. Algunos otros nombres relevantes dentro del género actualmente ya los hemos mencionado: Aja, Laugier, el español Balagueró o Shyamalan.


Pasando ya a la película, señalaremos algunos puntos sobresalientes, siendo lo más breves posibles.
El primero es la madurez de Krasinski detrás de la cámara: aquí muestra al monstruo como pretexto para contar algo más, es decir durante la secuencia inicial que funciona como precuela hay una aparente inutilidad por exhibir los monstruos a plena luz del día, bien, esto es solo el gancho para hacer funcionar la re-colocación que tendrán los niños en el film, como siempre decimos citando a Mamet, en el principio está enterrado el final: la película arranca con los padres protegiendo a los hijos, y termina con los hijos protegiendo a los padres, Marcus salvando a Evelyn y Regan rescatando a Emmett. Más adelante explicaremos cómo es que el personaje de Cillian Murphy asume la postura del padre. Vemos, entonces, un porqué de las cosas que se nos muestran. El azar tiende a cero.


Entre la primer secuencia y la segunda hay una transición por demás notable. Una elipsis genial. El policía que está por delante de la patrulla, que encima está volteada (aquí la lectura es obvia, pero obvia en el mejor de los sentidos: a la ley, a la fuerza armada, estas criaturas le ha dado la vuelta, le han dejado inútil) corta cartucho, dispara al monstruo, el monstruo lo ataca, corte 'a', elipsis a Emily Blunt al final de la primer entrega cortando cartucho.


Sin olvidar los planos secuencia que Krasinski nos obsequia en estos primeros minutos, y de los cuales no abusa.

Otro de los ejes que componen al cine es el montaje paralelo. Buenas noticias, en este film se hace uso de este recurso básico con 10. El montaje paralelo se da desde una separación diegética. El grupo de personajes se separa y por lo tanto el montaje obligatoriamente se debe dividir, la cámara debe seguir a cada parte fragmentada del grupo: a Marcus, Evelyn y al bebé en sub-terráneo por un lado, y a Regan y Emmett en su viaje heroico por el otro (del refugio a la estación de radio en la isla). Durante este montaje en paralelo hay cuatro momentos críticos, por demás simbólicos:

1) El paso por un puente por cada sección del grupo: Emily Blunt vuelve a aquel puente de la primer entrega, y en paralelo Emmett y Regan cruzan un puente desolado con rumbo a su destino. Esto opera de forma simétrica y elíptica. Es lo que llamamos ritmo. Dos puentes distintos que son el mismo puente los unen.

2) Dentro de estas mismas escenas en paralelo en los puentes. Emmett asume la postura del padre: Emily Blunt se acerca a la cruz in memoriam de su hijo y esposo muertos, se saca el anillo de matrimonio de la mano y lo coloca sobre la cresta de la cruz. Blunt nos indica, en palabras llanas, que hay vacante para que alguien asuma el roll del padre de sus hijos, de protector. Al mismo tiempo en la otra escena a Emmett se le ve en un contrapicado dando la mano a Regan, ayudándola a cruzar. De esta forma la simbiosis se ha concretado con el soporte material del puente y hay un nuevo padre en el film. Sin dejar de lado las similitudes físicas entre el personaje de Krasinski y el de Murphy.

3) Evelyn hace estallar el segundo tanque de oxígeno para salvar la vida de sus hijos, y en paralelo Emmett incendia el muelle para salvar su propia vida y la de su "nueva hija". Esa gente en el muelle no está de a grátis, está para dar soporte a la simetría. El hombre siempre ha sido peligroso para el hombre, parafraseando a Hobbes; es lo que Krasinski pone en escena, y algo que el cine jamás ha olvidado; The Walking Dead intentó seguir esta norma, pero con pésimos resultados.Volvemos a la escena: esto es simétrico: dos fuegos en dos lugares distintos operando de la misma forma como escribió Julio Cortázar dando título a su extraordinario cuento "todos los fuegos el fuego". En el mismo carril agregamos que ambos tanques sirven para salvar a Evelyn y a sus dos hijos, pero no los salvarán de la misma forma.

4) Durante el momento crucial para ambas partes los niños toman la postura de héroes: por un lado Marcus dispara contra el monstruo salvando a su madre y a su hermano, tiene su redención, por el otro lado Regan salva la vida de Emmet dando muerte a la criatura. El disparo de Marcus es simétrico con la estacada de Regan. Sí la película comenzó con los niños siendo protegidos, entonces terminará con ellos protegiendo a los mayores. Y sobre esto Regan toma más fuerza como héroe; la mujer como dislocación de la bilocación femenil liberal.


Repetimos, los cuatro puntos anteriores se dan durante el montaje en paralelo y en simetría, haciendo entrar en ritmo a la película.


Durante el enfrentamiento final entre Regan y el monstruo, y no menos importante, podemos añadir que la batalla se da sobre un piso con mosaicos a cuadros, a cuadros blancos y negros, asumiendo la forma de un tablero de ajedrez, de un campo de guerra. Blanco y negro; el bien y el mal se confrontan en un último acto.

En un principio hablábamos del cristianismo dentro del film. Pasemos a ello. A estas alturas es ya bien sabido que en la primer entrega el papá (Krasinski) muere, que se sacrifica, bien, en esta segunda entrega Cillian Murphy asume la figura del padre salvando a la niña, y lo hace, veíamos, desde el montaje paralelo con Emily Blunt dejando el anillo en la corona de una cruz, allí tenemos a El Padre. Más adelante serán los hijos quienes salven a los padres, a los adultos, aquí encontramos a El Hijo. Y el Espíritu Santo se nos representa sacando a nuestros personajes de las dificultades: en forma de fuego, de discernimiento para encontrar la isla, o bajo la forma de oxígeno. Cabe mencionar que el nombre que se le da a los monstruos es el de "ángeles de la muerte". Nuestra lectura teológica no está fuera de lugar.

Otra cosa sobresaliente, y ya que sacamos a flote el oxígeno, es maravilloso el énfasis que se hace sobre el tanque: que su contenido se termina, la angustia, y la urgencia por recargarlo. Una situación totalmente Covid. Para quienes tuvimos que atravesar por esas dificultades la puesta en escena de Krasinski no la pasamos por alto. Se podría refutar lo anterior diciendo que Krasinski filmó la película durante el tercer cuarto del 2019, antes de la pandemia, y que eso de los tanques es una sobrelectura, y que Krasinski no es profeta y no pudo haber sabido del virus, pero el hecho es que ese comentario allí está, como si las circunstancias estuviesen a favor de lo simbólico. Podríamos decir que la pandemia le jugó a favor a Krasinski y a su película. Lo cual es parte del genio como artista.

Por último, la película termina con un primer plano al aparato-arma auditivo de Regan que le construyó su padre (Krasinski). Este final es parte del ego como director; es Krasinski en la dirección diciéndonos "mi personaje está muerto, pero ha dejado algo material sobre el mundo (el aparato). Allí estoy yo".



Escribe, Amisadai Domínguez.

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