Oxígeno (2021) La confirmación de un autor.

Oxygen (2021) La confirmación de un autor.


Aja es probablemente el director de los últimos 20 años con el "portafolios" más constante y estable. Un autor al que desde ya hay que tener en foco.

Sí bien Oxígeno no es de sus mejores películas, su sello autoral es identificable, pese, incluso, a ciertas formalidades de la productora (Netflix).
Para el ojo entrando, desde los minutos iniciales es perceptible en dónde decantará el film: la situación del clon (del doble). Y esto no es algo malo, todo lo contrario. Aja no juega con nosotros ni se saca un as de la manga rumbo al final, es decir no hay vuelta de tuerca, como malamente se le llama a este tipo de tratamiento, que trabajan el giro en la trama desde su inicio. Es preciso recalcar que no negamos la vuelta de tuerca, sino su mal entendimiento.

Dede el montaje en paralelo inicial (la rata y la protagonista encerrada) sabemos que la película irá sobre un laberinto, el laberinto al que Elizabeth (o quién creemos es Elizabeth) se enfrentará dentro de la unidad criogénica a lo largo de la película. 
La unidad, a la que también podemos llamar crisálida, cumple justo la función de someter a nuestra heroína a una metamorfosis, a una transformación. Por lo tanto, y obviamente, hablamos de una película de encierro.
Como hemos venido sostenido, el cine de encierro, cuando es en verdad cine, plantea el encierro como un lugar del que hay que salir, pero salir siendo otro (personaje/s o espectador/es). Elizabeth, Liz (como se autonombra hacia el final, recalcando su autoconciencia como clon), saldrá de la crisálida siendo otra, decimos, autoconciente, sabedora de su 'otra' naturaleza biológica. Como bien señalamos al comienzo, es una película sobre el doble. 
Dando soporte a la idea de la cápsula como proceso de metamorfosis, se encuentra la nave en la que viaja Elizabeth, y obviamente la nave, que es declaradamente, por su excesiva forma alargada, un eje vertical.

El montaje en paralelo inicial, comentábamos, sirve para ponernos, desde el inicio, las cartas sobre la mesa, y ya solo con el pasar de la película es como se irán llenando de sentido: las ratas, la experimentación, el laberinto, el encierro como rito iniciático.
Ese rito iniciático al que se somete a Liz es el de la autopercepción, el descubrimiento de uno mismo (apoyado en el laberinto); la autoconciencia. Liz saldrá de la crisálida siendo 'otra' y la 'otra' de su ella original.

Aja plantea, como el cine lo ha venido haciendo desde hace 110 años, la crisis de la modernidad, en específico de la tecnología y de la novedad. Por más que la ciencia se pueda encontrar en lo que se pueda creer su cresta de perfección, puede fallar y abrirle paso a eso 'otro' que ha olvidado o que le ha querido borrar la conciencia. La cápsula falla y aparece Liz como heredera y heroína de la tradición, con un camino iniciático por delante, claro. 
Paralelo a esto, y algo que Aja deja fuera de campo para no saturar su film, aparece la razón del viaje que emprende Liz: la colonización de un nuevo mundo a causa de la extinción del hombre y la inhabitabilidad de la tierra. La moneda no queda en el aire y los factores de extinción no cobran protagonismo, como en ciertas películas que siguen esta forma (así es, te hablo a ti, Nolan). El asunto está expuesto, y Liz junto con otros 10,000 (sí la memoria no me falla) tendrán que viajar a un nuevo mundo para salvar la raza humana. 
Van otras mujeres, por supuesto, como Liz también lo sabe, de manera autoconciente, entonces ¿por qué el empeño del director, y de Liz misma, por salvarse? Sencillo: lo que Aja suele trabajar autoralmente es la situación de la pareja: hermano y hermana, padre e hija, en The Hill's Have eyes (2006); padre e hija, Crawl (2019), citando sus dos obras magnas.
En Oxígeno, lo que le ocupa a Aja es salvar, igual, a una pareja, a la pareja originaria de los textos judeo-cristianos, la primer pareja. Porque eso es lo que Liz y Leo serán en aquel nuevo planeta al que se dirigen: Adán y Eva, porque el foco está puesto sobre ellos, y no el resto de los tripulantes. Es una situación simbólica que por lo tanto es metafísica, y que sólo alguien como Aja podría operar saliendo victorioso y sin caer en la alegoría, a la vez que manteniéndose dentro del género: un thriller de terror con capas sutiles de cyberpunk, space movie y pos-apocalipsis.




Como decíamos con Love and monsters (2020), Oxígeno también es una película de pandemia, de encierro, no solo porque Liz esté encerrada y busque salir (descubriendo que lo que tiene que hacer es no salir, sino mantenerse dentro hasta que sea preciso abrir la cápsula), sino por los flashbacks que se nos muestran en una parte de la película: hospitales, gente muriendo, todos con cubrebocas.
Aja se vale de lo actual y emergente, la pandemia, sin olvidar lo tradicional y trascendente, para contarnos su película.



Señalabamos: Liz se irá despojando de todo lo que la cubre (las intravenosas, los cinturones, el traje para su conservación, etcétera), solo para volver al punto de origen, es decir atraviesa su 'laberinto' y descubre que su salida no es precisamente el despojo de la indumentaria y el abandono de la cápsula, sino que su salida es mantenerse dentro, volver a colocarse los "instrumentos" y salvarse desde el encierro. 

Adjuntando algunos otros elementos "menores" de la película, podemos enlistar la circularidad del panel de control (M. I. L. O.), y cómo Liz constantemente se ve reflejada en ella; las descargas eléctricas que Liz recibe dentro de la cápsula que operan como descargas de reanimación (con cada descarga Liz recuerda, se re-anima, adquiriendo "personalidad").
La elección del nombre de nuestra heroína es de forma totalmente conciente, con sentido. Elizabeth: "Aquella que es ayudada por Dios”, o "la que ama a Dios". En este punto consideramos no es necesario extendernos, pues la operatividad del nombre y su significado habla por sí solo dentro del film.

El peligro con este tipo de películas es la caída en la alegoría, pero tratándose de Aja, podemos salir victoriosos de ellas. 
Aja juega mucho a caer en la alegoría, desde el principio del film (las ratas, los recuerdos, las hojas que caen de los árboles, etcétera) porque pareciera, en primera instancia, que son cosas arbitrarias. A lo largo de la hora y cuarenta minutos, Aja las irá llenando de sentido, demostrando que en el cine no hay lugar para el azar.

La calidad de Aja es indiscutible, tanto en la forma (lo que hemos venido comentando hasta ahora), como en la técnica. Esta es su película más técnica, en la que más se arriesga con la cámara. Para su film, Aja hace un translado de la cámara De Palmeana. Al igual que De Palma, Aja mueve la cámara en Oxígeno como si fuera una pluma: hace ver esos movimientos imposibles sutiles y sobrios. La cámara nunca busca robarse el protagonismo, antes acompaña el relato mezclándose en lo que llamamos una narrativa. En la narrativa (completa) ninguno de los elementos del cine actúa por separado (actuación, cámara, colores, vestuario); todos están en sintonía.

Por último, cabe recalcar la importancia de los directores, como Aja, que en verdad están sosteniendo al cine desde el cine mismo, y no desde la pretensión o los discursos vende humo.


(Plano final, la primer pareja en un mundo nuevo).


Escribe, Amisadai Domínguez.

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